‘Orígenes’, es una película de
corte independiente dirigida por Mike Cahill que ganó el premio a mejor película
en
el pasado Festival de Sitges. Sin embargo, la recepción de la crítica
y del público ha sido mixta, y es que, en este segundo
largometraje de Cahill los elementos positivos y negativos se conjugan en un
film marcadamente irregular en algunos tramos, pero bastante digno e interesante
en su conjunto.
Su argumento gira en torno a Ian Gray (Michael Pitt), un biólogo molecular que estudia la evolución del ojo humano. Después de un breve encuentro con una exótica joven (Astrid Bergès-Frisbey), su trabajo va a invadir su vida por completo. A medida que sus investigaciones continúan junto a su compañera de laboratorio, Karen (Brit Marling), descubren algo sorprendente con implicaciones de amplio alcance que complican sus creencias científicas y espirituales.
Su argumento gira en torno a Ian Gray (Michael Pitt), un biólogo molecular que estudia la evolución del ojo humano. Después de un breve encuentro con una exótica joven (Astrid Bergès-Frisbey), su trabajo va a invadir su vida por completo. A medida que sus investigaciones continúan junto a su compañera de laboratorio, Karen (Brit Marling), descubren algo sorprendente con implicaciones de amplio alcance que complican sus creencias científicas y espirituales.
En este sentido, si en algo peca
‘Orígenes’, es de tener un primer acto demasiado irrisorio y largo,
donde la película adquiere unos matices de drama romántico que contrastan con
la propuesta que se vendía en un principio, pero que sin embargo, sirve
para presentar la dicotomía entre ciencia y espiritualidad pretendidamente
representados en los personajes que interpretan Pitt y Fresbey respectivamente,
así como de construir emocionalmente el personaje del doctor Ian Gray.
Todo esto, le sirve al director
para encauzar
un segundo acto en el que sí que profundiza en la propuesta inicial
centrada en la investigación del doctor, conectando muy bien con ese prólogo
alargado en exceso pero que en definitiva queda justificado pese a ser un poco
tedioso. Es aquí, donde con una narrativa más intensa y veloz,
ese debate entre ciencia y espiritualidad se aleja de su faceta más
romántica para adquirir un matiz más serio e inquietante, y
donde realmente el film repunta y consigue volverse bastante interesante para el espectador.
Un debate que se ejerce desde la neutralidad,
y donde Cahill acierta en no mojarse en el sentido de que le asegura que tanto
los más escépticos como los más puristas de la existencia o no de la
espiritualidad del ser humano, no se lleven las manos a la cabeza y puedan
aprobar el film. Sin embargo, esa falta de valentía es quizá lo que
hace que ‘Orígenes’ no sea el mejor producto que claramente podría haber sido.
Aun así, y aunque el contenido
del debate no es nuevo, siendo un film claramente irregular, su
forma de trasladar el mensaje centrada en la evolución del ojo
humano sí es bastante novedosa y atractiva, lo que ayuda a
que el producto sea más interesante y digno en su conjunto, y mereciendo en
definitiva, la oportunidad y el reconocimiento que el jurado de Sitges le ha
dado.
NOTA: 6.75
Por Joaquín Muñoz
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