James Marsh, director británico con numerosas películas tras
de sí, es conocido por el extraordinario documental Man on Wire, que se llevó
el Oscar mejor documental en el año 2008. Con su nueva obra es muy probable que
arrase en estos los premios de la Academia Norteamericana, pues se alza como una de las
favoritas, sobre todo por los anteriores premios que ha ganado, contando varios
BAFTA y Globos de Oro.
La teoría del todo cuenta la historia de Stephen Hawking
desde su estudio del doctorado, pasando por su enfermedad degenerativa hasta
que, postrado en silla de ruedas y hablando a través de un ordenador, consiguió
alzarse como uno de los físicos más importantes del mundo. Sin embargo, lo
destacable de este film es su enfoque, en donde el director no somete al
espectador a los detalles de sus descubrimientos y teorías, sino que describe
de forma adecuada sus creencias y su profesión a través de la relación que tuvo
con su primera mujer, Jane, y le da una importancia determinante, ya que ella
jugó un papel clave en la vida y desarrollo de Hawking.
Esta obra no es solo un biopic en donde se relatan las
tribulaciones de un personaje público, es una película en donde los sentimientos
de amor, rencor, infidelidad y esperanza son los protagonistas y están
infinitamente más presentes que en cualquier otra película de lágrima fácil.
Las claves de esta película son numerosas: su mágica
fotografía, en donde sus tonos azulados y cálidos transportan al espectador a
otra bella época, su excelente montaje, en donde la simbología es la clave de
la unión de estas bellas imágenes, su banda sonora, que es el elemento que
completa la emotividad de sus imágenes y, finalmente, las inclasificables
interpretaciones de la pareja protagonista. Eddie Redmayne afronta un papel muy
complejo con una espontaneidad y naturalidad asombrosas, en donde poco a poco
vemos cómo la enfermedad de Hawking avanza entre pequeños detalles bien
definidos por Redmayne como el ladeado de su cabeza o los complejos bloqueos de
sus dedos. Así, el actor completa la actuación hasta no poder hablar ni andar,
pero sí expresarse a través de su mirada y de una sonrisa pícara. A pesar de
ser una película con mucha intensidad dramática, los momentos cómicos completan
la narración, siendo especialmente divertidos y tiernos.
La actuación de Felicity Jones no se queda atrás, pues hace
un papel muy importante, el de una mujer que se sacrifica por amor durante 25
años, a pesar de las numerosas dificultades que tiene que sufrir junto a su
marido. El papel de Jane está encarnado a la perfección, pues la actriz se
estudió meticulosamente todos los gestos de la propia Jane, que, al ver la
película, se reconoció sorprendentemente en la interpretación de la
protagonista femenina.
Déjense llevar por esta película, pues resume las
necesidades de la película perfecta. Qué más da la comercialidad del film o que
su historia no sea original, olvídense de los prejuicios, porque están a punto
de adentrarse en un film que cubre la necesidad básica del séptimo arte, la
emotividad.
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