DE
CÓMO DON QUIJOTE Y SANCHO MANTUVIERON UNA SANA CONVERSACIÓN EN UN ALTO EN EL
CAMINO
Cuenta
Cide Hamete Benengeli que dudó en contar lo que en esta historia se refiere por
considerarla apócrifa, debido a la mucha sabiduría y cordura de la que hicieron
gala caballero y escudero. Y es que habiendo pasado dos días desde que
abandonaron la venta, donde tomaron la consideración de ir a Barcelona, y no a
Zaragoza, como la historia de aquel nuevo historiador predicaba[1],
quiso el rucio y el jumento detenerse a descansar ante una planicie de fresco
bosque que había por la zona, al fin de parar por la mucha y muy larga marcha
del día. Y parando ambos, amo y siervo, sentaronse en el llano donde la suave
brisa de la tarde enfrió lo ardores de la mollera del caballero andante.
Dispuestos
a tomar el almuerzo, quiso don Quijote hacer gala de buenos modales y cedió la
palabra a Sancho, para que largara con complacencia lo que tiempo atrás quería
contar. Y con la labia que le confería su sabiduría escuderil y villana se puso
a contar lo que más le placía de aquella nueva aventura que les había arrancado
de la ociosidad vida de su hacienda. Y Sancho dijo:
-De
todas las aventuras y empresas iniciadas por vuesa merced, la única que
imposible de creer es la que vivió en la llamada cueva de Montesinos[2].
A
lo que don Quijote, enfurecido por la arrogancia del escudero, le respondió:
-Impertinente
te muestras en negar lo que yo dije, pues en la noble y leal orden de
caballería que profeso la mentira es uno de los mayores pecados que se pueda
cometer, y no juro, por no elevar testimonio ante Dios, pero si prometo, que si
bien no todo lo que vi conté, todo lo que conté vi.
-¡Válame
Dios¡ Y no se enfurezca vuesa merced de todo lo que digo, pues es sabido, que no
está hecha la miel para la boca del asno, y a mí, que no soy caballero, ni
puedo profesar tal ocupación, me es imposible de comprender todas los lances y
tuertos en los que insertos nos vemos.
-Para
que de tu necedad escapes te contaré otra cosa que allí vi, pero que hasta hace
más bien poco tiempo a mi comprensión escapaba. Pues estando allí, después de
ver pasar el cortejo de la señora Belerma ante el cuerpo adormecido del
desgraciado Durandarte[3],
quiso el venerable Montesinos el mostrarme unas luces que se proyectaban sobre
la cristalina pared del castillo, forjando una imagen nítida. Anonadado quedé
cuando de entre las imágenes el movimiento se hizo y pude ver dos hombres,
iguales que nosotros, caballero y escudero. Sincero y valiente el primero,
simple y cobarde el segundo. Brácula: Condemor II, del señor Sáenz de Heredia.
Obra cumbre del nuevo siglo de Oro de la cultura española. Cómico y tenaz se mostraban
sus protagonistas ante mí, que curiosos e impertinentes, me transportaron a un
mundo de fantasía tan real, como ilusorio. Un nuevo Amadís de espada en ristre
deshaciendo tuertos. Flor y nata de la caballería andante del nuevo siglo, cuyo
escudero, cobarde como tú, Sancho, se deleita con frases hechas y cómicas en la
búsqueda de sabiduría. ¿Qué bien le hubiese venido aquellas lecciones sobre la
prudencia y el decoro en la dirección de la ínsula en las que te instruí[4],
a ese que se hace llamar Lucas, interpretado por el doblemente bigotudo Bigote
Arrocet? Mucho aprendí de las lecciones de señor y siervo, pues al igual que
nosotros, también encerrados por la maldición de magos y enemigos del averno en
un Castillo encantado, que bien me recuerda a los castillos, de malos
castellanos, que nos encontramos en andanzas anteriores, que querían hacer
pasar por doncellas aquellas que eran mozas[5].
Al igual que nuestras desventuras, ellos luchaban contra ganapanes y demonios
con sutileza y raciocinio. La lucha contra el absolutismo totalitario de las
fuerzas de las tinieblas les lleva a mostrar una severa astucia, disfrazada con
folclore y tradiciones, pues aún bajo el mayor peligro de su desventuras,
permiten, amigo Sancho, desprender sabiduría gastronómica, deleitando al
paladar con platos de tan alto gusto como higadillos de tendera, sopa de ajos,
ajos asados y brazos de gitano. Su castiza sabiduría invita a la audiencia de
aquellos que presentan tan asombrosos conocimientos en medicina tradicional,
especialmente contra el reuma, mal que embiste a los huesos, de quienes como
tú, dedican su vida al ingrato esfuerzo del labrado de la tierra. Pobreza y
crítica social en juntura, pues es el sino de aquellos tocados de gracia divina,
con distintas artes enfrentarse al maltrato y agravio que se comete en contra
de los justos y pobres de solemnidad, sea como fuese, con espada o con música de
un barroquísimo tono.
Con
toda esta larga soflama consumió el tiempo de manso descanso don Quijote, que
continuó narrando a su escudero otras y muchas maravillosas historias de las
que vio y vivió en la cueva del citado Montesinos, a fin de que el escudero saliera
de la ignorancia y escepticismo que le provocaba la orden de caballería. Y así,
recuperadas las fuerzas del esfuerzo de la caminata de la mañana continuaron por
aquellos andurriales, donde vivieron otras muchas más aventuras que se relatan
más adelante.
[1] Aquí hace referencia al Don
Quijote apócrifo de Avellaneda, del cual el propio Cervantes hace burla y parodia en el capítulo LIX de su Segunda
Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
[2] Referencia al capítulo XXIII de
la Segunda Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
[3] Don Quijote repite el sueño que
tuvo dentro de la cueva en el capítulo XXIII.
[4] Referencia al capítulo XLII y
XLIII de la Segunda Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
[5] Referencia a las aventuras
vividas en los capítulos XVI y XVII de la Primera Parte de El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha.
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