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27 de febrero de 2015

[CRÍTICA] Fuerza Mayor: La, no tan, poderosa montaña


Fuerza Mayor de Ruben Östlund fue presentada en la sección Un Certain Regard de la pasada edición del Festival de Cannes, donde el premio a Mejor Película fue para la húngara White God de Kornél Mundruczo.

El director sueco ya se había ganado el respeto de la crítica internacional gracias a obras anteriores como Play (2011) con la que se alzó con el premio a Mejor director en el Festival de Gijón y el de Tokyo, y formó parte en Cannes en la sección Quinzaine des Réalisateurs.


Con Fuerza Mayor Ruben Östlund nos trae una comedia dramática sobre una familia que se dispone a pasar sus vacaciones en un paraje montañoso durante el invierno. Una trágica avalancha de nieve hará estallar la historia, y reacciones inesperadas harán desencadenar una trama llena de oscuras e incómodas situaciones que pondrán en duda los cimientos familiares.

Si en el hotel Overlook de El Resplandor  Kubrick creaba una atmósfera de misterio e intriga, que proponía al espectador entrar  en un ambiente tenebroso y confuso, que caracterizaría la historia de principio a fin, en Fuerza mayor son los sentimientos de rencor-odio hacia los instintos naturales del ser humano los que colorearán un ambiente tan desolador como incómodo entre sus personajes principales y que contagiarán al espectador.


Una familia preocupada y confusa por la presencia de una fuerza mayor, que ha desatado una avalancha de nieve donde creían haber construido un terreno apacible para descansar y apoyarse. Una fuerza mayor sin explicación, que nos hace humanos en lo bueno y en lo malo, a la que nos sentimos incapaces de reaccionar por muy condenable que sea. Nadie espera que la poderosa montaña que sostiene el hotel un día pueda desprenderse, pero hay que estar preparado para ello.


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