[CRÍTICA] Hermosa Juventud: la generación de la desolación

Hermosa Juventud es la quinta película de Jaime Rosales, director español que fue reconocido a partir de su segunda película La soledad, que ganó el Goya a mejor película, mejor director y mejor actor revelación.

En ella conocemos a una joven de 22 años, Natalia, una ni-ni que dejó sus estudios y que no encuentra trabajo por ninguna parte. Lleva dos años saliendo con Carlos, otro chico en las mismas condiciones que ella. Son una pareja que vive en sus respectivas casas maternas, que reparten constantemente currículos que nadie va a mirar y se prestan a hacer trabajos por 10 euros al día o por 300 cuando pueden hacer vídeos porno caseros. Son gente normal, que vive en barrios tristes de un Madrid apagado, de una España estancada, de una realidad patente durante muchos años en nuestro país.

Los espectadores de los films de Rosales están acostumbrados a un estilo realista, lento, en donde el dolor se contiene pero otras veces estalla, siempre con un ritmo que avanza pausado y discreto. Esta película sigue estas mismas características, pero siendo más entretenida que las anteriores por tratar de una realidad muy actual, con unos protagonistas jóvenes y atractivos, con unas interpretaciones naturales y verosímiles y, finalmente, con unas acciones tristemente verdaderas.

Rosales no destaca por el entretenimiento de sus películas, sus anteriores películas son complicadas de seguir y difíciles para que el espectador las interiorice, sin embargo Hermosa Juventud llama la atención, atrae al voyeur a observar la vida de unos jóvenes que, como muchos, están atrapados en una desilusión de una vida sin futuro, llena de una incertidumbre que yace en la cama de la casa de sus padres, en donde dormir hasta la hora de comer, mirar al cielo tumbado en un césped o irse de botellón son las actividades más habituales. Donde el futuro se complica al no encontrar trabajo, al no recibir ni un halo de esperanza o al tener niños de forma anticipada, donde la única oportunidad es esperar o salir del país para cambiarlo todo.