Nominada al Oscar a Mejor Película extranjera, ganadora en dicha categoría del Globo de Oro, Mejor Guión en el pasado Festival de Cannes. Son solo algunos de los muchos y aún insuficientes reconocimientos a Leviatán. La película de Andrei Zvyagintsev es una de las mejores películas europeas de los últimos años.
Juntando de manera prodigiosa un
drama familiar con una trama sobre corrupción urbanista, con la que bien nos
podríamos identificar en este país, la película avanza imparable. Con un ritmo,
a priori, pausado, Leviatán sigue hacia delante con mano firme. La mano de su
autor, guiada por un poderoso guión, un feroz paisaje y un reparto intachable,
es capaz de provocar las emociones más fuertes en el espectador con las artes y
las formas más sutiles.
Prohibida en salas en su país
natal, la censura rusa la ha dado una gran cantidad de público online en el
país de Vládimir Putin. Hechos que no solo le dan popularidad sino veracidad a
la realidad que la película denuncia y demuestran lo fácil que la gente deja en
ridículo al poder cuando se reúne con el arte valiente y sin complejos.
Por encima de su papel de
representación y denuncia social, Levitán
es un gran escaparate de las relaciones humanas, el amor, la verdad, la amistad
y el poder. Sin duda, la confirmación de otro gran nombre del cine soviético
que como otros tantos ningún régimen podrá detener.
Una película redonda y necesaria,
grande y poderosa, aunque sutil y elegante como el monstruo marino que le da
nombre, monstruos que se mueven bajo la superficie esperando salir como la
miseria y la injusticia en la vida diaria parecen ocultarse hasta su ataque.
Quizás sea mejor rendirse, dejar las cosas como están y no luchar. Mientras que
se hagan películas así, ese camino, el, a primera vista, fácil, nunca será el único.
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