Charlie Kaufman. Este nombre
puede resultar cinematográficamente familiar, pero Anomalisa es la segunda película de Kaufman en su faceta como
director (su primera fue Synecdoche, New
York). Su nombre, en vez de “dirigido por”, ha venido precedido los últimos
años por “guion de”. Así es, Charlie Kaufman es el escritor de las historias
más alocadas e interesantes que ha dado el cine estadounidense desde los 90. Ha
escrito los guiones de películas dirigidas por Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich, Adaptation. El ladrón de orquídeas),
Michel Gondry (Human Nature, ¡Olvídate de mí!) y George Clooney (Confesiones de una mente peligrosa).
Después de siete años, Kaufman se
embarca de nuevo en la dirección de este proyecto acompañado de Duke Johnson. Como
no puede ser de otra manera, el guion de Anomalisa
está firmado por Kaufman junto a su productor Dan Harmon y cuanta como
protagonista con un personaje familiar en el resto de su filmografía, un hombre
maduro insatisfecho por diferentes aspectos de su vida. En este caso, nos
encontramos con un cincuentón que se gana la vida escribiendo libros de autoayuda
sobre cómo tratar a la gente. Irónicamente, se siente rodeado por personas
comunes y aburridas. Para él, todos son la misma persona, todos tienen el mismo
aspecto físico e incluso la misma voz. Todo ello cambiará cuando conozca a una
mujer que es totalmente diferente al resto del mundo, especialmente por su
armoniosa voz. Lo dará todo por ella, pues representa la huida de esa monótona
y rutinaria vida.
De esta manera, a través de unos
recursos aparentemente simples como la utilización de un mismo rostro y una
misma voz para diferentes personajes, sean masculinos o femeninos, el
espectador se siente profundamente identificado por la visión del protagonista.
Pues todos alguna vez en nuestra vida nos hemos sentido rodeados por una
sociedad construida por réplicas y reproducciones, por gente que no aporta nada
diferente, que nos hace sentir fuera de lugar, en un mundo al que no
pertenecemos.
Otro de sus elementos destacables
es su realización a través de marionetas. Todas ellas imperfectas, con sus
fragmentaciones y costuras, como en las diferencias físicas que encontramos en
la realidad. Pero a la vez, los personajes transmiten esa sensación de réplica,
con un mecanismo, una expresividad y unos andares prácticamente iguales. Con
actores de verdad, esta sensación de personas idénticas en una sociedad
uniforme habría obtenido un resultado muy diferente, y sin duda, no tan
acertado.
Charlie Kaufman se ha hecho
esperar. Pero los años de espera han merecido la pena para poder contemplar
otra sincera, extraña y verdadera representación de una realidad difícil,
amarga, humorística y, de vez en cuando, bella (a pesar de lo efímero de la
misma). Por lo que disfruten de esta joya de la animación, pues a pesar de ser una
hora y media fugaz, su mensaje durará el resto de la vida.
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