Llegamos ya al tercer día del
Festival, una jornada que ha subido el nivel de forma notable respecto a las
dos anteriores con tres grandes largometrajes y varios cortos sobresalientes
(aquí la reseña a los ocho cortometrajes).
La primera película de la tarde
es obra del inglés Ben Rivers, titulada
The sky trembles and the earth is afraid and the two eyes are not brothers.
Se podría decir que la mejor cualidad de la obra de Rivers es su dificultad
respecto a una sinopsis. En el mundo del cine independiente es muy habitual
mezclar documental y ficción pero pocos lo hacen de forma tan radical como
Rivers. En la primera parte del relato asistimos a un documental donde
observamos a la sociedad marroquí y su relación con los rodajes que invaden sus
paisajes. De repente, el director de la película será secuestrado, mutilado y
obligado a convertirse en un esclavo bailarín que funciona como un instrumento
musical debido al traje que le obligan a llevar. Aunque el contenido cambia de documental
etnográfico a estrambótica ficción el tono del relato no se altera aumentando
la sensación de extrañeza de una obra cuyo final no hace sino confirmar el tono
irónico del conjunto además de la intención de su autor de romper con etiquetas
de géneros y cánones.
Después pudimos disfrutar de la
mejor película que hemos visto estos días (aún nos quedan dos días de
sorpresas) O Touro, película
brasileña dirigida por Larissa Figueiredo. La obra es la opera prima de esta
joven directora brasileña, pese o quizás gracias a ello, O touro es una película en la que confluyen muchas cosas y que, con
mucha valentía, se expande con su avance. Comienza contando la leyenda de un
antiguo rey que se convirtió en toro. De nuevo parece un documental en la que
una bella joven se acerca a esos poblados costeros brasileños para aprender más
de dichas leyendas. Hacia la mitad de la película y, al igual que pasaba con la
obra de Ben Rivers, de repente la película cambia y ya no sabemos dónde nos
encontramos, su protagonista empieza a moverse en el terreno de la fantasía
donde las viejas leyendas se notan reales tras la cámara.
Pese a su cambio formal, la
película cuenta con una cadencia muy bien lograda que hace hipnótico su
desarrollo. La primera parte, en la que vemos el día a día de los aldeanos,
como recogen agua del pozo, bailan, beben, ligan o narran historias rodeados de
chamanes, sirve a posteriori para llevarnos, como a la protagonista, a ese
mundo místico en el que entrará sin vuelta atrás. Después de un baño para
bucear con una de las ancianas locales aparece la joven en sola en una playa
cuya imagen se deforma. A partir de ahí entramos en un recorrido místico en el que
ya no nos hacen falta que nos recuerden las leyendas por que las estamos
viendo, aunque sea fuera de cuadro. Sin duda una obra potentisima, compleja
ópera prima que paso por Locarno o Rotterdam, los dos máximos exponentes de
este tipo de cine. No se equivocaron en su selección, como tampoco lo ha hecho
este festival IBAFF. Si Terrence Malick hiciese falsos documentales de bajo
presupuesto probablemente serían como O
touro.
Para mejorar aún más las
sensaciones de una jornada de gran cine, de cine que tiene muchas cosas que
decir, la guinda del día fue Taxi Teherán
(Jafar Panahi, 2015). Película galardonada con el Oso de Oro en el Festival de
Berlín de 2015 que ya tuvo crítica aquí hace unos meses.
Cada vez queda menos IBAFF...
Por Rafael S. Casademont
No hay comentarios :
Publicar un comentario