Llegó a su final con esta tercera
sesión, en la que hemos visto nada menos que ocho cortometrajes seguidos, la
Sección Oficial de Cortometrajes a
concurso. Una sesión irregular donde hemos visto lo peor y lo mejor de estos
días de cortos (La crónica del tercer día de largos aquí)
El primer cortometraje,
procedente de Japón se titula Kiyumi no
momolo sayuru no ryoka (Satoru Sugita, 2015). Cortometraje simple y
delicado que mostraba, en un único plano, la agradable conversación de dos jóvenes
de picnic en medio del bosque. Con la única intriga de que un oso llegue a
ellas, lo más emocionante que pasa en este ligero cortometraje son las dos
fulgurantes apariciones de los títulos de crédito.
La propina, dirigida por Esteban Crespo (nominado al Oscar por Aquel no era yo) nos “regala” un
cortometraje desastroso. Una especie de homenaje a El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) sin ninguna
gracia, con espacios y créditos creados por ordenador que dejan como
maravillosos muchos trabajos cinematográficos adolescentes. Este industrial
cortometraje, producido por Canal +, acaba pareciendo una obra en la que se
espera que en todo momento que vaya a salir la etiqueta de Martini o que sea un
vídeo de apertura de temporada de El
hormiguero. ¿Tanto daño hace una nominación al Oscar?
Sin subir el nivel mucho llegó Sinécdoque, una historia de amour fou,
dirigida por el murciano José Manuel Carrasco. Uno de esos cortometrajes que
presumen de cinefilia burlándose de un gafapastismo que en realidad representa
tanto en esencia como en la superficie. Antes de dedicar el cortometraje a
Godard, Truffaut, Allen y el mismísimo Billy Wilder (dos veces ya está tarde),
se cuenta una historia de amor mediante diálogos de palabras de alta cultura acompañadas,
cómo no, de sus definiciones de diccionario. También se habla de egos y de
autores. Todo claro está, en blanco y negro.
La sesión de cortometrajes, que
nos llevaría de lo más bajo a las más altas cotas del corto independiente,
empezó a remontar con Escudella, de
Luis Miñarro. El mítico productor nos recuerda que también crea como director
ese “otro cine” con un corto minimalista y efectivo donde, en solo tres planos
de la actriz Rosa Novell, nos relata un macabro cuento de los Hermanos Grimm.
Solo con el uso de la palabra, los gestos y el tono de su actriz, sumados a
tres únicos cambios de escala visual de ese plano, de fondo negro y aura de
filtro (como si fuese un primer plano de una estrella del Hollywood clásico) se
nos consigue construir una historia que, mediante la palabra, llega a nuestra
mente. Quizás sea la mejor forma para contar un cuento en cine, simplemente,
contar el cuento.
A continuación de Miñarro llegó
David Pantaleón y sus Tres corderos.
Muy probablemente el mejor cortometraje del festival. Repleto de imágenes
fascinantes, tanto en forma como en contenido, el cortometraje nos divide el
relato en un tríptico de sacrificios (de corderos). Rodado, según asegura, en
un centro de rehabilitación cuyos pacientes aportan las ideas que el autor plasma, su visionado resulta fascinante (imagen de cabecera de esta entrada). Aparece también
en mente el cine de Chema García Ibarra, otro autor capaz de inventar imágenes
de la extrañeza más absoluta dentro de la cotidianidad más aparente. Esta vez,
al contrario que el ilicitano, el corto del canario transmite más oscuridad y
dramatismo y, adentrándose en su contexto de filmación, capacidad de denuncia social.
Para dejar el listón del
cortometraje murciano de nuevo alto llegó Hypermarket,
de Alejandro Cerón. Un vídeo experimental donde se observa la cotidianeidad
humana con lupa, lejanía y objetividad juguetona. Explorando las formas de la
imagen, observamos desde el techo un supermercado donde unas señoras eligen la
fruta palpándola con sus manos, una actividad cotidiana observada desde un
punto de vista diferente. Sí a esto le sumamos que toda la acción se reproduce
marcha atrás, se empieza a intuir una pieza que demuestra el curioso punto de
vista de su autor para acercarse a la realidad. De nuevo el vídeo-arte presente
en los cortometrajes del IBAFF.
Siguiendo con otra de las obras
cumbres de la Sección Oficial de cortometrajes, hablamos ahora de 20 desenhos e um abraço (José Miguel
Ribeiro, 2015). Único corto de animación de toda la selección, nos sitúa dentro
de un cuaderno de dibujos en blanco y negro donde las partes que cobran vida
luchan con los dibujos inmóviles para que les acompañen. Una propuesta realmente
atractiva donde la magia, la simpatía y la originalidad abundan.
Acompañando a Tres corderos, 20 desenhos e um abraço, La
inmensa nieve o The sixth season
la sección finalizó con otra de las obras que se sitúa entre lo más destacado
de esta poderosa selección de cortometrajes internacionales. Fils du loup (Lola Quivoron, 2015) es un
cortometraje francés en el que un joven llamado Johny llega a una abandonada
fortaleza en medio del bosque a adquirir a un perro de defensa. Cuando Johny se
vea obligado a entrar a su perro (Iron), en una sucesión de violentos ataques de
entrenamiento, renunciará a todo ello para encontrarse más tarde con el animal
de otra forma más limpia y relajada. Sin duda, un cortometraje medido, donde la
puesta en escena creada mediante la sucesión de planos tomados por una cámara
nerviosa e impredecible a veces, exacta y preciosista otras, nos crean una sensación
de angustia y violencia, como la que ha de soportar su protagonista, hasta
querer escapar de ella. Finalizado como una abierta redención de esta unión
hombre-animal, nacida de la violencia, de diferentes lecturas e
interpretaciones, este cortometraje cierra la sección Oficial de Cortometrajes
del IBAFF 2016 con algo más que un buen sabor de boca.
Por Rafael S. Casademont
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