En esta reseña se habla
de la película Nymphomaniac de Lars von Trier que fue
dividida en dos partes para su estreno en salas comerciales. De esta
manera en primer lugar se analizarán las dos primeras horas de película que
ocupan el metraje de Nymphomaniac Vol. I,
y las dos siguientes estrenadas como Nymphomaniac Vol. II.
Aunque
la finalidad de este escrito es analizar la película como una sola.
Nymphomaniac
Volumen 1
Las
sucesivas y atrevidas campañas publicitarias de Nymphomaniac
que se vienen conociendo desde hace ya un año provocaban que tanto
los cinéfilos favorables al realizador danés, como sus detractores
o directamente los ajenos al mundo del cine se sintieran mínimamente
atraídos a esa explosión hormonal interpretada por Charlotte
Gainsbourg que prometían estos rompedores anuncios.
Mi
personal desilusión tras el visionado de Nymphomaniac
Volumen I no vino
provocada por esa falta de escenas polémicas que sobrepasen la
barrera entre la pornografía y el cine que se expone en sala
comerciales, no, porque esto ya se veía venir de lejos. La última
película de Lars von Trier no ofrece más escenas picantes o
''subidas de tono'' (en todo caso menos) que La
vida de Adele, por citar
un ejemplo de este mismo año, y la enfermiza morbosidad de su
planteamiento no se acerca a las cotas barajadas por David Cronenberg
en Crash
(1996) o en La bestia
ciega (1969) de Yasuzo
Masumura.
Lo
que provocó mi desilusión fue la espera del magnetismo con el que
este director ataca al público en películas como Romipendo
las Olas (1996),
Dogville (2003)
o Manderlay
(2005). El famoso y más que anunciado ''disgresionismo'' no termina
de convencer, muchas de sus comparaciones desvían la atención del
público por el mínimo nexo común que mantienen con la historia, y
otras tantas veces resultan ridículas y faltas de interés.
El
contrastado modelo estético de los diferentes capítulos (incluyendo
el uno de blanco y negro) resulta más que interesante y juega un
importante punto a favor del film, dándole ese toque tan personal y
único que el público reclama al visionar un trabajo del danés.
Pero por otra parte los actores que protagonizan esta primera parte
de la película no terminan de encajar, y mucho menos dar alguna seña
de profundidad. Claro está que no me refiero a Charlotte Gainsbourg
y Stellan Skaesgård,
sino a la joven Stacy Martin que, a parte del poco parecido físico con Gainsbourg, no se termina de contemplar
un proceso de evolución mental lógica en tan solo un periodo de
tres años. Quizás la culpa de esto último proceda de los
sobresalientes dotes actorales de la protagonista de Anticristo
(2009).
Tema
a parte es Shia LeBeouf, cuya presencia durante todo el film,
personalmente, no termina de convencerme. Quizás sea por motivos
propios, pero esto me supuso un lastre durante el visionado por el
poco convencimiento que me transmite su papel de rudo hombre de
negocios imposibilitado ante las necesidades sexuales de la
protagonista.
Nymphomaniac
Volúmen II
Para
mi sorpresa Nymphomaniac
realiza un favorable giro a partir de las dos horas. Gracias a varias
cuestiones el film comienza a sumar interés, sobre todo, cuando
Charlotte Gainsbourg asume por completo el protagonismo. La actriz
dota de profundidad a un personaje que Stacy Martin había tratado de
forma mucho más superficial, de esta manera su imagen sostiene con
pulso firme las riendas de la película y la dota de credibilidad.
Además su compenetración con el fantástico Stellan Skaesgård
(que también aparece durante todo el film) y una breve pero intensa
aparición del siempre genial William Dafoe ayudan en la notable
mejora del interés.
Sorprendentemente,
en esta segunda parte, el extraño artefacto denominado
''disgresionismo'' comienza a funcionar tal y como creemos que Lars
von Trier pretendía, ya que sus comparaciones comienzan a resultar
lógicas, comprensibles y muy bien escogidas. Además su argumento se
vuelve mucho más complejo y enrevesado con personajes oscuros y
situaciones desconcertantes, muchas de ellas al más puro estilo
Terciopelo
azul (1986)
de David Lynch. El morbo y lo excéntrico de la situación no está
en sus imágenes, si no en la utilización de los personajes para
mostrar los límites de la sexualidad humana. Todo esto incluyendo
alguna escena cómica dotadas con un humor muy personal (ojo a la escena del trío
entre Charlotte Gainsbourg y los dos africanos), que consiguen
terminar de conquistar al público.
Un
final más que correcto cierra unas cuatro horas de visionado a veces
irregular, y otras veces único y más que interesante, mostrándonos
un Lars von Trier que puede seguir dando la talla con un estilo
personal, único y sincero.
Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara
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