Iniciamos con esta entrada
nuestra crónica de la Sección Oficial de Festival IBAFF 2016. Sin duda, una
jornada de alto nivel donde hemos podido disfrutar de tres largometrajes y seis
cortos (reseñados independientemente aquí por méritos propios) de nada menos que siete nacionalidades distintas.
The fortune you seek is in another cookie es una obra que se
asemeja a lo que usualmente solemos llamar vídeo-ensayo, en donde el narrador ilustra con imágenes la enunciación de sus pensamientos, aplicado a un diario
grabado de viajes. La película, de origen austriaco recuerda a otras obras que también hemos visto en este festival, sobre
la búsqueda de uno mismo a través del viaje sin rumbo fijo, el viaje como objetivo en sí mismo, Mapa (Leon Siminiani, 2012) o Estudio de reflejos (Juan Soto, 2014) son dos grandes ejemplos.
Creada por Johannes Gierlinger, la obra adquiere una mezcla más ambivalente que
en los otros dos diarios de viaje citados. Gierlinger potencia dos puntos dispares que
intenta unificar. Uno de ellos es su voz en off, sin apenas sonido ambiente son sus
pensamientos pseudofilosóficos sobre la búsqueda de la felicidad y la máscara, según nos parece decir, que todas las personas cargamos bajo el peso de la subyugante presión
socializadora, los que llenan la banda sonora de una película cuyas imágenes, por el
contrario, suelen recorrer el mundo, de manera admirablemente dispar, capturando
la gran mayoría de los movimientos sociales del globo. Una obra amplia,
expansiva y ambiciosa que también resulta difusa y poca centrada.
Under construction (Rubaiyat Hossain, 2015) sigue haciéndonos viajar
por el mundo pero de forma muy distinta a The
fortune you seek is in another cookie. Si la obra de Gierlinger se movía sin
cesar por el globo, aquí nos situamos en Bangladesh para no movernos físicamente pero sin dejar de seguir descubriendo las idas y venidas del mundo actual. En Bangladesh, una
actriz de mediana edad, casada con un hombre rico y aburrido sigue persiguiendo su sueño de ser una actriz de prestigio, modernizar su
obra, intelectualizarse y NO tener hijos hasta que todo eso se cumpla. A su
alrededor, su hermana pone en riesgo sus posibilidades de un futuro de independencia heteropatriarcal al
enamorarse del ascensorista; su madre enferma solo se queja de la poca
tradición y religiosidad de sus hijos y el hermano mayor, ausente durante toda la película, solo podía vivir, cómo no, a miles de kilómetros de dicho país, que se moderniza para
pena de unos y alegría de otros. Estamos ante un relato de corte clásico y puramente narrativo, cuyo principal interés es su compensada apuesta por la lucha
feminista, acompañada de un interesante examen de la sociedad tradicional, la
cultura patriarcal y la necesidad de reinventar las tradiciones y reventar los cánones.
Todos, tanto elementos de denuncia como propuestas de progreso, son completamente
extrapolables a cualquier otra parte del mundo, entiéndase España.
El largo día de cine no podía
acabar con otra película que no fuese The iron ministry (J.P. Sniadecki, 2014).
Sí el IBAFF, en honor a Ibn Arabí busca y potencia el cine como exploración y viaje (tal y como nos dijo su director) desde luego la
programación de hoy ha seguido esa línea. Viajes, al igual que las anteriores
no faltan en esta obra, y exploración tampoco, porque los viajes son totalmente distintos.
Realizada durante tres años, este documental está formado por todas las
grabaciones realizadas durante ese tiempo en las más diversas vías ferroviarias
de China. Desde el tren más rural, lleno de intestinos de vaca o fruta, a trenes
de trabajadores, empresarios o inmigrantes. J.P. Sianadecki consigue con este
sencillo planteamiento, necesitado de paciencia y sabiduría, reflejar todas las
matrices del gigante asiático.
Como si las vías de dichos trenes fuesen las
venas del poderoso país, asistimos a la evidencia de su desmesurado e incontrolable cambio. Lo
rural frente a la urbe, la tradición representada por la carne sangrante que
cuelga del tren frente a los noodles instantáneos que tanto demandan los
clientes del mismo. El problema del Tíbet, junto con las minorías étnicas y religiosas de
un país que ha de aunar un territorio en continuo movimiento, son temas que se suceden ante el
objetivo de una cámara que observa atenta a todo lo que le quieran contar. Las imágenes
de los trenes muestran, cuando enfocan a los pasajeros, unos vagones abarrotados
de población, otro símbolo del exceso de un país cuyo aumento de poder excede a
la mayor capacidad de organización posible. El culto al tren, dragón de hierro
como nos dicen que lo llaman en el Tíbet, se completa con grabaciones al
exterior, a los túneles y edificios. El juego con el sonido chirriante tan
propio de este modo de transporte, que siempre ha representado no solo al cine
desde su nacimiento, sino a la expansión y desarrollo moderno de todo país, se completa
de esta forma como un mosaico temporal francamente interesante.
Por Rafael S. Casademont
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