La calle de la amargura es el último trabajo del veterano director
mejicano Arturo Ripstein (Profundo
carmesí, Principio y fin).
Ganadora del Premio a Mejor director y
Mejor dirección artística en el pasado Festival de Gijón, la nueva obra del
mejicano es una de esas joyas que, por su escasa distribución pasará desapercibida
en cartelera. Lo triste es que por su calidad no debería ser así, un error, por
otro lado, más que habitual.
La película nos sitúa en un suburbio
mejicano donde observaremos los avatares de dos luchadores enmascarados enanos
y dos prostitutas de la tercera edad que luchan por mantener su trabajo. Con
estos personajes tan peculiares se narra esta película a medio camino entre el
realismo social propio de la situación de sus personajes y la dimensión fantástica
o bizarra de las características de los mismos.
Manteniendo un tono siempre
indeterminado entre realismo y fantasía la película de Ripstein, fotografiada
en un brutal blanco y negro, sucede de forma entretenida dentro de un guión no
falto de sucesos extravagantes y de tristeza. Mendicidad, vejez, travestismo,
religión, asesinato, amor y soledad se dan cita en este universo tan terrestre
y tan marciano, todo captado por una cámara juguetona sin llegar a regodearse
en unos movimientos que en exceso serían innecesarios.
Una de las obras más interesantes
de los últimos meses, un autor que pese a sus 71 años sigue en plena forma.
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