Dirigida por Damien Chazelle,
“Whiplash” es una más de las películas que ha arrasado entre la crítica y el
público en cada Festival que se proyectaba. Una película que parte con 5
nominaciones para los próximos Oscars incluyendo el deseado a “Mejor Película”.
Y no es de extrañar, ya que estamos ante un film que deja sin aliento tras su
hora y media de visionado, donde los protagonistas Miles Teller y J.K. Simmons
acompañados de los dos temas musicales principales (“Whiplash” y “Caravan”) hacen
un tándem perfecto en un film soberbio e irrepetible.
En ésta, se nos narra la ambición de Andrew Neiman (Miles Teller), un baterista de jazz cuyo objetivo es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este en el que estudia. Terence Fletcher (J.K. Simmons), un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio, y cuando elige a Andrew para formar parte del conjunto musical que dirige, cambia para siempre la vida del joven.
En ésta, se nos narra la ambición de Andrew Neiman (Miles Teller), un baterista de jazz cuyo objetivo es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este en el que estudia. Terence Fletcher (J.K. Simmons), un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio, y cuando elige a Andrew para formar parte del conjunto musical que dirige, cambia para siempre la vida del joven.
En este sentido, a lo que asiste
el público al ver este film, es a un ring de boxeo musical donde alumno y
profesor a golpe da baqueta consiguen crear una sensación de tensión, ansiedad
y curiosidad que hacen que abramos los ojos como los platillos que el
protagonista destroza para no pestañear ni un momento. Pero es que además,
Chazelle consigue a través de “Whiplash” y “Caravan” una fusión entre imagen y
sonido que son el perfecto diálogo para un argumento donde prácticamente las
palabras sobran, ya que cada golpe de baqueta, cada platillo, cada caja, cada
bombo resonando mientras se funde con la expresión de los dos protagonistas, consigue
trasmitir en el espectador todo lo que Chazelle pretendía: la obsesión por intentar ser el mejor, la perfección,
lo alcanzable sólo para unos pocos, pero ¿A qué coste?
Y lo más importante, el amor por
la música, siendo un film que puede conseguir que hasta la persona menos
musical del mundo muestre interés por lo que está escuchando, ayudado también
por un muy buen montaje del director que consigue que cada nota tenga su
sentido en cada plano que nos ofrece.
NOTA: 8.5
Por Joaquín Muñoz
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