Como todos los años llega el
momento de hacer la crítica a la película ineludible para todo aficionado al cine
que se precie, la ganadora de la última Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Este año le ha tocado el turno a
Sueño de
invierno (Winter Sleep), de Nuri bilge Ceylan, un director de dilatada trayectoria en el
festival al que solo le faltaba ganar el gran premio. Como ejemplo de su obra
anterior podemos citar su anterior largometraje,
Érase una vez en Anatolia, que ganó el Gran Premio del Jurado en el
prestigioso Festival francés.
La película del realizador turco
narra la historia de un triangulo de personajes compuesto por el dueño de un
hotel en Anatolia, su joven mujer y la hermana de éste. Dentro de ese hotel, casi
vacío por el frío en la estepa turca, la trama se desarrolla mediante un
cúmulo de larguísimas conversaciones que exponen la humanidad de los
personajes al público en pequeñas y continuas dosis, como la nieve que no para de cubrir el desolado paisaje.
La utilidad en la vida, la soledad,
el cinismo, el amor o la compasión quedarán desmenuzados en esta inteligentísimo
film, bellamente fotografiado y claro deudor del mundo de Ingmar Bergman, para crear un escaparate de los
recovecos ocultos del ser humano en la vida corriente.
Lamentablemente, sus 195 minutos
de duración, sus larguísimas escenas y sus extenuantes conversaciones lastran a un film interesante pero
difícil, y de ritmo muy lento, que tendrá efectos somníferos para gran parte del público.
En definitiva, un film que
confirma internacionalmente a uno de los directores más reconocidos del
panorama internacional en el que merece la pena adentrase, eso sí, solo si se
tiene tiempo, predisposición hacia este tipo de cine y muchas ganas.
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