La cumbre escarlata, la nueva película del director mexicano
Guillermo del Toro, aúna los dos tipos de películas características de su carrera:
por un lado, su último film destaca por su fantasía y su pretensión de terror
(recordándonos películas de su filmografía como El laberinto del fauno) a la vez que bebe del gran presupuesto de
sus superproducciones hollywoodienses como Hellboy
o Pacific Rim.
La película cuenta la historia de
Edith Cushing, una joven escritora que vive junto a su poderoso padre, sir
Carter Crushing, en Búfalo, Nueva York. El fantasma de su madre, que murió
cuando ella era una niña, le persigue con la intención de advertirle sobre su
futuro: “No te fíes de la cumbre escarlata”. Edith conocerá a un seductor y
misterioso británico, Thomas, que le hará elegir entre el amor de su amigo de
la infancia o la inevitable atracción que siente de manera inmediata por el forastero.
Escapando de los fantasmas de su pasado, Edith dejará atrás su ciudad natal
para vivir con Thomas en una extraña y decadente mansión en donde su pasado y
su futuro se volverán a manifestar a través de ensangrentados espectros sin
rostro que vagan presos de sus recuerdos.
Guillermo del Toro retrata la
época victoriana con reminiscencias literarias cercanas a Mary Shelley y Jane
Austen a la vez que bebe de la importante cinematografía de cineastas como
Alfred Hitchcock. El punto de partida de La
cumbre escarlata recuerda a La
heredera (1949) y Del Toro no se corta en “tomar prestado” algunos recursos
inventivos del rey del suspense presentes en películas como Encadenados (1946).
Además de las referencias
cinematográficas directas de las que hace uso, del Toro desarrolla un guion previsible
y sin sorpresas, en donde crea un esquema genérico de escenarios y personajes
con un desenlace que no necesita fantasmas para advertir a la protagonista de
su salvación. Tenemos a una joven, soñadora e imaginativa protagonista, Mia
Wasikowska a un desconocido pero atractivo hombre, Tom Hiddleston, que la
seduce y a una poderosa hermana mayor, Jessica Chastain, con la que comparte un
pasado y unas intenciones sospechosas. Así se traza un esquema predecible de
amor, dinero, obsesión, fantasmas del pasado, violencia e incluso incesto.
La trama convencional permite poder
disfrutar de lo mejor de la película, su apartado visual. La cumbre escarlata es tremendamente rica en el vestuario, en una ambiciosa
dirección artística que juega entre la elegancia económica y el gótico más
decadente, en unos efectos especiales detallistas y una dirección de fotografía
claramente definida por un rojo ensangrentado y un verde fantasmagórico. Además
del aspecto visual, es memorable la desbordante interpretación de Jessica
Chastain durante la secuencia final de la película.
Guillermo del Toro ha intentado
hacer una superproducción pero con su fantasía y horror característico. Sim
embargo solo ha conseguido hacer una superproducción, y nada más. Independientemente
del envoltorio decorativo, el interior que esconde la película es escaso,
convencional, con un guion con evidentes vacíos, sin demasiadas sorpresas y, a
excepción de pequeños sustos, con muy poco terror.
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