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29 de octubre de 2015

[CRÍTICA] La cumbre escarlata: lugares comunes


La cumbre escarlata, la nueva película del director mexicano Guillermo del Toro, aúna los dos tipos de películas características de su carrera: por un lado, su último film destaca por su fantasía y su pretensión de terror (recordándonos películas de su filmografía como El laberinto del fauno) a la vez que bebe del gran presupuesto de sus superproducciones hollywoodienses como Hellboy o Pacific Rim.

La película cuenta la historia de Edith Cushing, una joven escritora que vive junto a su poderoso padre, sir Carter Crushing, en Búfalo, Nueva York. El fantasma de su madre, que murió cuando ella era una niña, le persigue con la intención de advertirle sobre su futuro: “No te fíes de la cumbre escarlata”. Edith conocerá a un seductor y misterioso británico, Thomas, que le hará elegir entre el amor de su amigo de la infancia o la inevitable atracción que siente de manera inmediata por el forastero. Escapando de los fantasmas de su pasado, Edith dejará atrás su ciudad natal para vivir con Thomas en una extraña y decadente mansión en donde su pasado y su futuro se volverán a manifestar a través de ensangrentados espectros sin rostro que vagan presos de sus recuerdos.


Guillermo del Toro retrata la época victoriana con reminiscencias literarias cercanas a Mary Shelley y Jane Austen a la vez que bebe de la importante cinematografía de cineastas como Alfred Hitchcock. El punto de partida de La cumbre escarlata recuerda a La heredera (1949) y Del Toro no se corta en “tomar prestado” algunos recursos inventivos del rey del suspense presentes en películas como Encadenados (1946).


Además de las referencias cinematográficas directas de las que hace uso, del Toro desarrolla un guion previsible y sin sorpresas, en donde crea un esquema genérico de escenarios y personajes con un desenlace que no necesita fantasmas para advertir a la protagonista de su salvación. Tenemos a una joven, soñadora e imaginativa protagonista, Mia Wasikowska a un desconocido pero atractivo hombre, Tom Hiddleston, que la seduce y a una poderosa hermana mayor, Jessica Chastain, con la que comparte un pasado y unas intenciones sospechosas. Así se traza un esquema predecible de amor, dinero, obsesión, fantasmas del pasado, violencia e incluso incesto.


La trama convencional permite poder disfrutar de lo mejor de la película, su apartado visual. La cumbre escarlata es tremendamente rica en el vestuario, en una ambiciosa dirección artística que juega entre la elegancia económica y el gótico más decadente, en unos efectos especiales detallistas y una dirección de fotografía claramente definida por un rojo ensangrentado y un verde fantasmagórico. Además del aspecto visual, es memorable la desbordante interpretación de Jessica Chastain durante la secuencia final de la película.


Guillermo del Toro ha intentado hacer una superproducción pero con su fantasía y horror característico. Sim embargo solo ha conseguido hacer una superproducción, y nada más. Independientemente del envoltorio decorativo, el interior que esconde la película es escaso, convencional, con un guion con evidentes vacíos, sin demasiadas sorpresas y, a excepción de pequeños sustos, con muy poco terror.

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