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26 de diciembre de 2014

Magia a la luz de la luna: La eterna lucha entre la fé y la razón


Cómo no, Woody Allen, año tras año sigue estrenando película tras película. Como él mismo ha dicho en más de una ocasión sigue la teoría artística de la cantidad, cuanto más películas hagas, más películas buenas harás. Queda claro, tristemente, que ya no nos va a deparar aquellas obras maestras que nos regaló en la década de los setenta y ochenta, pero no podemos reducir el cine de un gran maestro como el neoyorkino a la nada.


Saltándonos la simplista teoría sobre el Allen moderno de que hace una película buena y una mala, nos encontramos con Magia a la luz de la luna. La película narra la historia de un mago que, irónicamente, es el ser más pesimista, racional y escéptico de cuantos se puede imaginar. Interpretado por un sobresaliente, como siempre, Colin Firth, la misión de este mago, al que Allen personifica magistralmente con frases de su admirado Nietzsche, es ir a la bellísima Costa Azul francesa a desenmascarar a una, no menos bella, adivina y espiritista, interpretada por Emma Stone.


De la película se podrían enumerar varios, a priori, defectos como su ligereza o su falta de aspiraciones pero estaríamos siendo injustos. Está claro que esta película nació y así ha madurado, como una película menor y sin pretensiones dentro de la carrera del genio de Brooklyn pero, su entrañable disfrute, la psicología de sus personajes y su interesantísimo discurso acerca de la eterna lucha entre fé y razón, el cual, Allen rechaza utilizar como contenido intelectual que aumente su ego autoral a favor del disfrute del espectador, hacen de Magic in the moonlight una película muy recomendable.


Allen, actualmente, es el único capaz de imitar con éxito las formas, casi extintas, de la alta comedia hollywoodiense desaparecida desde los tiempos del cine clásico. En un mundo en el que un autor debe de provocar, hacer un discurso intelectual o intentar cambiar el cine para mantener el calificativo de artista, Allen, consciente de que nada le bajará ya del pedestal, recuerda a los cerebros acuchillados de genios como Wilder o Lubitch que hicieron arte con mayúsculas diciendo cien verdades por cada risa que sacaban del público.


Puede que Magia a la luz de la luna no sea equiparable en calidad con obras semejantes como Avanti de Billy Wilder o que sea una película menor o intrascendente pero, que Allen no caiga en fatídicos intentos de recuperar su trascendencia, sino que siga haciendo, simplemente, el cine que le apetece hacer, y que ese cine tenga por objetivo hacer disfrutar al público como a él le hicieron disfrutar de niño, no es más que otra muestra de inteligencia y humildad del genio neoyorkino. Señor Allen, por favor, siga haciendo cine.

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2 comentarios :

  1. Magnífica crítica. Yo creo que las comedias menores de Allen como ésta, son mejores que el 99% de la producción de comedias que se hace en la actualidad. Un saludo.

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    1. Muchas gracias y sí, por supuesto, el nivel de simpleza de Allen son una quimera inalcanzable para muchos otros, es lo que tiene la maestría sumada a la experiencia. Un saludo y gracias por comentar.

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