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17 de febrero de 2014

Nebraska: ¿Qué sería la vida sin tener que luchar?



Esta última semana no había duda de cual era el estreno más destacado. La nueva obra de Alexander Payne, aplaudida por la crítica en la última edición del Festival de Cannes, llegaba a las pantallas españolas.

Nebraska se presenta en un elegante y amplio blanco y negro, repleta de paisajes evocadores y realizada con ritmo lento, para reflexionar, para meditar sobre la situación que se nos plantea. Es una película que construye a un único personaje, un personaje que no habla, que solo se dedica a expresar con su frío y distante comportamiento, con su brusca y sincera forma de ser. Su actitud ante la vida no es más que una capa, un tabique que intenta dejar atrás momentos que no gusta recordar de un pasado innegable.


¿Qué es Nebraska? ¿un lugar? ¿una esperanza? Nebraska es aquello por lo que hasta los más castigados deben luchar, un objetivo y una ilusión que empuja a nuestro corazón a seguir bombeando sangre una y otra vez. ¿Qué sería la vida sin tener que luchar? ¿Sin tener que recorrer el largo camino hacia Nebraska?

El personaje interpretado magistralmente por Bruce Dern, viene de otra época, una época en que las cosas se hacían de otra forma, te gustase o no. Ha vivido mucho, pero ha disfrutado muy poco. Ha hecho unas veces lo que le han mandado y otras veces lo que le ha tocado. Resulta sorprendente como Payne consigue dar tanta profundidad a un personaje usando como herramientas principales los individuos y espacios que rodean al protagonista. El individuo que estructura la historia siempre está presente de forma física, pero lo que su mente abarca debe ser construido por el propio espectador mediante las pistas que nos ofrece este viaje a Nebraska.


Al igual que en Los descendientes (2011) el argumento de esta historia bien podría servir para un telefilme de domingo por la tarde. Pero su exquisita realización, la belleza de sus planos, el genial planteamiento de la historia y la solidez de sus personajes encumbran la película hasta las cotas más altas que nos ofrece el cine actual, y no hacen más que denotar una magistral calidad tras la cámara.

La interpretación de Brece Dern como Woody Grant es cosa aparte, una genialidad que muestra la lucha por el esfuerzo de toda una vida de calumnias y sufrimientos, que parece no haber recibido sus frutos. La imagen que el protagonista transmite al espectador, y a su propio hijo, se transforma conforme el viaje avanza, observando atónitos cuando llegamos a la parte final del film que Woody ha soportado mucho más de lo que sus palabras expresan o podrían expresar jamás. Y como tributo a toda una vida, la cabalgata final recorre esa infinita carretera que desaparece por el horizonte donde acaban los verdaderos héroes.



Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara.
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