Si el año pasado era Bestias
del sur salvaje de Benh Zeitlin la película que sorprendía a crítica y público en el panorama internacional, este
año ha sido Fruitvale Station, de
Ryan Coogler, la película que ha sorprendido a todos. Su director, un
debutante, como le ocurría a Benh Zeitlin, es el guionista y director de esta
película que se ha coronado con numerosos premios como el de mejor película y
premio del público en el Festival de Sundance. También ha tenido
reconocimientos en los premios Gotham, en el círculo de críticos de Nueva York
como mejor ópera prima o, en el American Film Institute figurando como una de
las diez mejores películas de año.
Esta película, que además estuvo en la prestigiosa sección de
Cannes Un Certain Cegard, reconstruye
un caso real ocurrido en el día 1 de Enero de 2009 en San Francisco.
El suceso se pudo esclarecer debido a las grabaciones de móvil de los testigos allí presentes y es otra demostración más de la injustica de la vida y de lo que puede suponer la caída de cierta cantidad del poder en las manos de los hombres. El suceso, aunque muy conocido en EEUU, prefiero no comentarlo para favorecer por completo la visión de la película.
Interpretada por solventes actores como Michael J. Jordan u
Octavia Spencer, la película nos muestra
el día a día de Oscar Grant (Michael J. Jordan). Oscar es un joven afroamericano
que, debido a las circunstancias y su mala suerte, se ha visto obligado a
trapichear con droga blanda y a sacar
dinero de donde sea. Oscar quiere mejorar en su vida, conseguir un trabajo
completamente legal, cuidar de su pequeña hija lo mejor posible y casarse con
su novia, de nacionalidad mexicana.
Después de conocer a los personajes y su vida diaria la
acción llegara hasta el momento del suceso en la estación Fruitvale. La película, de poco menos de hora y media, rodada en su
mayoría en cámara en mano y queriendo dar realismo y normalidad a su historia,
se divide en dos partes principales. La primera es una reconstrucción de la
vida de Oscar hasta el momento del suceso y, la segunda, el suceso en sí. Esta
parte de reconstrucción, aunque no es mala, es bastante floja, ya que se dedica
a recrear, con normalidad, situaciones corrientes poniendo a su protagonista
como un modelo de conducta impoluta y ciudadano ejemplar. La segunda parte,
mucho mejor que la anterior, se asienta sobre el cariño construido por el
ejemplar personaje protagonista, para conseguir que el espectador se indigne
ante el hecho que ocurre y la verdad es que lo consigue.
Si bien es cierto que no es una gran película, sí es digna de
elogio su intención de sacar al espectador de su pasividad e intentar
indignarlo ante algo que, tristemente, está pasando más que nunca, también en
nuestro país. Interpretado por un elenco de actores muy solventes, la película
consigue cabrearte por el hecho sucedido a Oscar y despertar la sed de justicia
en el espectador. Además, su uso del móvil, sus sms, mensajes y llamadas
aportan un aire de modernidad al film muy acorde a lo que denuncia y al
fundamental uso del móvil para hacer justicia. Algo que aquí también se quiere
prohibir.
Sin embargo, no deja de ser reprochable su falta de
objetividad a la hora de retratar a su protagonista y el poco espacio que deja
para juzgar los hechos al propio espectador.
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