David O. Russell
construye en La gran estafa americana, su nueva película, un mapa de
personajes a través de los cuales contará la historia de unos
estafadores infiltrados en el FBI para destapar los turbulentos casos
que comparten mafias y políticos regionales.
El director no utiliza la
historia para definir sus personajes, sino que a través de las
características de estos mismos es como O. Russell consigue que la historia cobre sentido. De esta manera La gran estafa americana se
presenta como una exposición de pintorescas personalidades que deben
ser interpretadas por el espectador, que se ocupa de juzgar y
encasillar a los protagonistas, y así comprender las acciones que estos llevan a cabo.
Para llevar a cabo dicho
proyecto el director confió sus maquinados personajes a actores de
trayectoria, que podrían asegurarle una sólida interpretación. El
problema de La gran estafa americana es la falta de discreción que
sus personajes muestran. Desde el primer momento pretenden
desmesuradamente hacerse notar, como si un enorme pedestal los
separara a ellos del resto del reparto. Tan convencido estaba el
director de crear unos personajes eficientes, que llamaran la
atención del público y centraran la historia, que estos resultan
estrafalarios y sobrecargados. No consiguen concordar con el ambiente
que generan el reparto que les rodean. El exceso de los bajos fondo
que tímidamente muestra el film solo rocía a los protagonistas, y
en muchas ocasiones, medido con cuentagotas.
Por supuesto no quiero
incluir a todos en el mismo lote. Si existe en esta historia un firme
hilo conductor ese es sin duda Christian Bale, que nos brinda una
interpretación fantástica, sin sobresaltos y mucho menos adornada
que la del resto del reparto. Mientras, por otra parte, el bipolar
personaje de Amy Adams hace que la historia se tambalee en muchas
ocasiones debido a unos giros emocionales a veces simpáticos, a
veces arrogantes y otras muchas veces incomprensibles. Jennifer
Lawrence salva sin duda alguna la actuación femenina, con una
interpretación que va de menos a más y que nos imposibilita poder
guardar rencor a su personaje cuando la película concluye.
El cuarto de los pilares
que sostienen el nuevo film del director de El lado bueno de las
cosas (2012) lo interpreta Bradley Cooper. El papel que lleva a cabo
el actor de Resacón en las Vegas (2009) resulta, durante gran
mayoría de la película, imposible de ubicar. Un desmedidamente
inmaduro agente del FBI cuyo único aporte a la obra es una más que
predecible actuación que culmina en un resultado ya presagiado
muchos minutos antes de llegar el final.
Dejando a los personajes
atrás, he percibido en La Gran Estafa Americana una sutileza a la
hora de abordar el tema de los excesos, pese a que la historia hable
de negocios turbulentos. Esto es algo que en algunas ocasiones se
agradece y en otras sin duda se echa de menos. Por una parte la
película se muestra elegante, y hace ejemplo de como no es necesario
que las drogas y el alcohol sean coprotagonistas en un film de estas
características. Por otra, se pierde la fuerza que este tipo de
escenas suelen aportar, y además provocan en los personajes un
aspecto mucho más artificial. El resultado final parece, por
momentos, una especie de Casino (1995) bastante ''light''.
Pese a ello muchos la
coronan como el estreno de la semana (a falta de visionar lo nuevo de
Polanski) y resulta interesante de visionar para seguir la
trayectoria del halagado director estadounidense.
Alfonso Cañadas para
Cine a la Carbonara.
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