Jia Zhang-Ke llevaba
siete años sin realizar ficción, pero recientemente he podido
comprobar que la larga espera ha merecido la pena. A Touch of Sin consiguió un más que merecido premio a Mejor Guion en la pasada
edición del Festival Internacional de Cannes, algo que nos da un
indicio de que su fantástico realizador, que por supuesto también
firma este guion, sigue en plena forma.
El llamado ''director del
siglo XXI'' nos trae en esta ocasión, quizás, su película más
convencional, sin perder su personalidad en ningún momento. A
Touch of Sin nos cuenta cuatro historias, brevemente relacionadas,
sobre unos personajes expuestos al límite por el ambiente social que
les rodea, y que optan por la violencia como solución inevitable.
Pero no es la violencia lírica que muestra Nicolas Winding Refn en
Only God Forguives (2013), ni
tampoco los excusados (y polémicos) actos aplicados a los personajes de La cinta blanca (2009) por Haneke,
no, esa no es la violencia que nos trae Jia Zhang-Ke, la suya es una
violencia rabiosa, venida de la angustiosa situación actual de
China. Y es que si algo demuestra el realizador en su última
película es su capacidad para transformarse y no limitar sus
capacidades como cineasta únicamente al más puro drama social,
porque A Touch of Sin está repleta de acción. A un ritmo más
agitado del que acostumbra el director, el film consigue mantener la
tensión en cada uno de sus bien diferenciados capítulos, con
escenas más propias de Caché
(2005) que del cine chino contemporáneo, a excepción de las
geniales referencias al cine de artes marciales.
Si
Jia Zhang-Ke ya nos hablaba de los problemas que se le plantea a la
soñadora juventud china en Platform
(2000) y Placeres desconocidos
(2002), de la globalización del país en Shijie
(2004) o de la transformación física y social de este en Naturaleza
muerta (2006), ahora nos habla
de la violencia que todo ello ha engendrado, con una enorme crítica
a la capitalización de las clases altas de por medio. El pueblo
chino es expuesto a inaguantables condiciones que acaban desatando su
más profunda ira a la vez que observan la cada vez más distanciada
diferencia de clases. El realizador no muestra la violencia como
solución, sino que nos hace testigos de unos personajes en situaciones extremas (a la vez que reales) y nos plantea si no es esta una reacción
lógica (que no justificada).
El
director expresó su preocupación por la violencia que la crisis
está originando en su país, y cree que la mejor forma de combatirla
no es esconderse, sino mostrar la realidad pura y dura de como es el
día a día en las calles de China.
Un
precioso fresco asiático repleto de pinceladas sociales y
nostálgicas, a la vez que desoladoras, que acompañado de sutiles estampas comunistas crean
imágenes increíblemente bellas. Todo esto solo es una muestra de la
sobresaliente carrera cinematográfica de este fantástico realizador
que no deja de sorprendernos con cada uno de sus nuevos trabajos. Y
es que muy posiblemente Jia Zhang-Ke sea, como muchos afirman, el
''director del siglo XXI'', tan personal, detallado y visionario como
comprometido con el cine, y en general, la situación actual de su
país. Para el que escribe no cabe duda de esto último.
Alfonso
Cañadas para Cine a la Carbonara.
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