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5 de abril de 2014

A Touch of Sin (Un toque de violencia): Bella y comprometida violencia


Jia Zhang-Ke llevaba siete años sin realizar ficción, pero recientemente he podido comprobar que la larga espera ha merecido la pena. A Touch of Sin consiguió un más que merecido premio a Mejor Guion en la pasada edición del Festival Internacional de Cannes, algo que nos da un indicio de que su fantástico realizador, que por supuesto también firma este guion, sigue en plena forma.


El llamado ''director del siglo XXI'' nos trae en esta ocasión, quizás, su película más convencional, sin perder su personalidad en ningún momento. A Touch of Sin nos cuenta cuatro historias, brevemente relacionadas, sobre unos personajes expuestos al límite por el ambiente social que les rodea, y que optan por la violencia como solución inevitable. Pero no es la violencia lírica que muestra Nicolas Winding Refn en Only God Forguives (2013), ni tampoco los excusados (y polémicos) actos aplicados a los personajes de La cinta blanca (2009) por Haneke, no, esa no es la violencia que nos trae Jia Zhang-Ke, la suya es una violencia rabiosa, venida de la angustiosa situación actual de China. Y es que si algo demuestra el realizador en su última película es su capacidad para transformarse y no limitar sus capacidades como cineasta únicamente al más puro drama social, porque A Touch of Sin está repleta de acción. A un ritmo más agitado del que acostumbra el director, el film consigue mantener la tensión en cada uno de sus bien diferenciados capítulos, con escenas más propias de Caché (2005) que del cine chino contemporáneo, a excepción de las geniales referencias al cine de artes marciales.


Si Jia Zhang-Ke ya nos hablaba de los problemas que se le plantea a la soñadora juventud china en Platform (2000) y Placeres desconocidos (2002), de la globalización del país en Shijie (2004) o de la transformación física y social de este en Naturaleza muerta (2006), ahora nos habla de la violencia que todo ello ha engendrado, con una enorme crítica a la capitalización de las clases altas de por medio. El pueblo chino es expuesto a inaguantables condiciones que acaban desatando su más profunda ira a la vez que observan la cada vez más distanciada diferencia de clases. El realizador no muestra la violencia como solución, sino que nos hace testigos de unos personajes en situaciones extremas (a la vez que reales) y nos plantea si no es esta una reacción lógica (que no justificada).

El director expresó su preocupación por la violencia que la crisis está originando en su país, y cree que la mejor forma de combatirla no es esconderse, sino mostrar la realidad pura y dura de como es el día a día en las calles de China.


Un precioso fresco asiático repleto de pinceladas sociales y nostálgicas, a la vez que desoladoras,  que acompañado de sutiles estampas comunistas crean imágenes increíblemente bellas. Todo esto solo es una muestra de la sobresaliente carrera cinematográfica de este fantástico realizador que no deja de sorprendernos con cada uno de sus nuevos trabajos. Y es que muy posiblemente Jia Zhang-Ke sea, como muchos afirman, el ''director del siglo XXI'', tan personal, detallado y visionario como comprometido con el cine, y en general, la situación actual de su país. Para el que escribe no cabe duda de esto último.


Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara.
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