Viaje a Sils Maria ha sido una de las películas más aclamadas del
pasado 2014, aunque es hace poco más de un mes cuando se ha estrenado en
nuestras retrasadas pantallas nacionales. La película significa el nuevo
trabajo de Olivier Assayas después de su retrato del terrorista Carlos (2010).
Protagonizada por una
impresionante, como ya es habitual, Juliette Binoche, pareja del director,
junto con una sorprendentemente sobresaliente Kristen Stewart, la película
conforma un metarelato sobre las actrices y la interpretación. Juliette
Binoche, una estrella madura deberá enfrentarse al reto de realizar la misma
película que le hizo famosa de joven, solo que está vez interpretará al personaje
maduro. Chlöe Grace Moretz será la encargada de dar vida al papel de la joven, personaje
que Binoche parece incapaz de olvidar. Con muchas dudas sobre su capacidad para
interpretarlo y, sobre todo inseguridad en sí misma, se refugia en los Alpés
donde el fallecido autor escribió el guion, para ensayarlo junto a su asistente
(Stewart).
De forma más compleja, novedosa,
menos sensacionalista y, por consecuencia, más inaccesible que otras películas
sobre la pesadilla indentitaria de los actores y el peso de la fama como las
recientes Birdman o Maps to the stars, Assayas plantea su
película apoyada en un sólido e intenso guion y unas actrices en estado de
gracia, sabedor de que el público al que quiere dirigirse prefiere preguntar a
saber.
La presión de la fama, la
veracidad, la vejez, la inseguridad, la inestabilidad emocional, la envidia y,
de nuevo, el paso del tiempo, son algunos de los conceptos que la película más
que plantear, incita a reflexionar sí el espectador está atento y predispuesto.
Sí este no es el caso o, aunque lo sea, en su vertiente más superficial se encuentran bellas metáforas, paisajes
alpinos y la siempre morbosa mezcla entre la interpretación y el autorretrato
que realiza de forma magistral Binoche con la ayuda de sus acompañantes.
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