[CRÍTICA] Truman: pura interpretación

La última película del director catalán Cesc Gay destaca por un reparto impecable, formado por el actor argentino Ricardo Darín y el conocido actor español Javier Cámara. La prueba, a parte de sus perdurables actuaciones, el premio ex aequo a mejor actor para los dos intérpretes en el Festival de San Sebastián.

La película muestra los cuatro días que vive Tomás (Javier Cámara) en Madrid. Él vive en Canadá, pero ha vuelto a su ciudad natal para ver a su amigo de la infancia Julián (Ricardo Darín). Se reúnen después de muchos años sin verse para pasar unos días inolvidables y retomar todos aquellos recuerdos y momentos que se quedaron en el pasado. Sin embargo, el reencuentro no consistirá simplemente en retomar una vieja amistad: los dos se enfrentarán a cuatro días fugaces para despedirse definitivamente.

Así, la película describe los momentos que vive esta particular pareja: mientras Tomás es un personaje más estable y tranquilo, Julián es más dinámico e irresponsable. Pero además esta amistad destaca por un tercer acompañante, Truman, el perro de Julián. Entre búsquedas de futuras familias que adopten a Truman, paseos por la ciudad que hace tiempo compartieron y espontáneos viajes al extrangero, la película traza un camino delicado, trágico, tierno y divertido sobre el concepto de la amistad, la proximidad de la muerte y el enfrentamiento hacia ella. 

Truman es la exaltación de la interpretación actoral, los dos personajes protagonistas (diferentes y complementarios a la vez) emocionan al espectador a través de una historia dura, pero que está adecuadamente equilibrada con momentos tiernos y cómicos, tratando un tema delicado de una manera natural y amable. 

Truman evita las típicas fórmulas dramáticas para llegar al espectador a través de la complicidad, la ternura y la emotividad contenida. Es posible que el final sea obvio y con un desenlace esperado, a pesar de ello, el camino hacia su final es honesto, intenso y con unas interpretaciones insuperables.