“Una de las películas más bellas de la historia”. Con ese merecido título llega a nuestros cines The Assassin, del maestro taiwanes Hou Hsiao-Hsien. El director de hipnóticas maravillas como Millenium mambo o Flores de Shanghai vuelve a la dirección en solitario, después de ocho años, con la que sin duda es su película más ambiciosa. Hou Hsiao-Hsien y su extrema sabiduría fílmica reinventan todo un género como el de artes marciales (wuxia) desde su propia personalidad autoral. Sin embargo, los fans del género se estrellarán completamente, estamos ante algo totalmente diferente, totalmente Hou Hsiao-Hsien.
La historia es tan indescifrable
como sencilla y completamente irrelevante para el disfrute de la película, en
esto coincide con el resto de cine de este género. Una asesina ha de volver a
su pueblo natal para matar a su amor de juventud. La joven experta en las artes
de la lucha pero aún con sentimientos no sabe si tendrá la sangre fría para
realizar su misión con éxito. La lucha interna de la protagonista, que se debate entre cumplir su deber o hacer lo que cree correcto le supone una fuerte lucha interna que solo podremos atisbar.
Después de esta trama, sencilla y
disuelta dentro de la película, nos encontramos el atributo más evidente e innegable del film. Una obra que
funciona a través del ritmo de unas imágenes sencillamente apabullantes,
acompañadas de una gran banda sonora y de una dirección armoniosa, maestra y
sobresaliente (por algo la película se alzo con el Premio a Mejor Dirección en
el Festival de Cannes). Divida en dos partes, comenzando con un bello prólogo
en blanco y negro y formato 1,33. Después de plantear el argumento base de la película se da
paso al impresionante color que ensancha la pantalla (1,85) y llena el resto del metraje.
En cuanto a las escenas de acción, son tan impresionantes como completamente diferentes a lo acostumbrado, cortantes como una cuchillada por la espalda, el sonido de la hoja oculta de la asesina (interpretada por la siempre impresionante Shu Qi, de nuevo a las ordenes de HHH) dura más que la propia lucha. Como bien sabe el propio Hou, en su busqueda de realismo en el género, una buena asesina ataca rápido y en silencio, sus acciones deben durar y duran escasos segundos. Sin embargo, pese a la busqueda del realismo, las escenas están rodadas con unos movimientos muy cuidados que transitan dentro del imaginario global de wuxia. La mezcla de este realismo en las escenas de acción y la exactitud histórica se mezcla con el amor por la fantasía propia del género que acaba de componer esta novedosa unión de escenas de acción y calmadas intrigas palaciegas que se alternan dentro de un ritmo ceremonioso como golpes de tambor.
En cuanto a las escenas de acción, son tan impresionantes como completamente diferentes a lo acostumbrado, cortantes como una cuchillada por la espalda, el sonido de la hoja oculta de la asesina (interpretada por la siempre impresionante Shu Qi, de nuevo a las ordenes de HHH) dura más que la propia lucha. Como bien sabe el propio Hou, en su busqueda de realismo en el género, una buena asesina ataca rápido y en silencio, sus acciones deben durar y duran escasos segundos. Sin embargo, pese a la busqueda del realismo, las escenas están rodadas con unos movimientos muy cuidados que transitan dentro del imaginario global de wuxia. La mezcla de este realismo en las escenas de acción y la exactitud histórica se mezcla con el amor por la fantasía propia del género que acaba de componer esta novedosa unión de escenas de acción y calmadas intrigas palaciegas que se alternan dentro de un ritmo ceremonioso como golpes de tambor.
En los últimos años han llegado a
occidente otras dos grandes obras del wuxia
de otros dos maestros, La Casa de las
dagas voladoras de Zhang Yimou y The
Grandmaster de Wong Kar-wai. Estas dos películas de estética sobresaliente,
aunque algo recargada, contaban con una compleja historia, irrelevante y confusa hacia el espectador. Hou Hsiao-Hsien no
solo logra superar con creces la belleza de sus dos grandes precedentes inmediatos sino que consigue darle la vuelta a la forma narrativa de todo el
género para llevarla a su terreno, hacerla suya y, por lo tanto, hacerla única.
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