El cine de éste último año viene
cargado de calidad y de horribles traducciones al español. Si no
tuvimos bastante con ponerle a la genial Inherent Vice de Paul
Thomas Anderson Puro Vicio, simplificando la profundidad de su
mensaje a lo más banal del film, intentando que adolescentes (y no
tan adolescentes) acudan creyendo que verán un Resacón en Las
Vegas protagonizado por Joaquin Phoenix en California. Algo similar
ocurre cuando llamamos a Still the Water como Aguas
tranquilas, incitando al espectador a que señale el film y piense
en acudir a dicha proyección en sus noches de insomnio. Por otra
parte hay que reconocer que no todo es malo, sino vean y comparen los
títulos Turist con Fuerza Mayor, que es el título con el
que se decidió traducir en España de forma literal de su idioma original a la nueva obra de Ruben
Östlund. Dejando este tema de lado, Kawase nos
trae con Still the water una reflexión sobre la vida, la muerte, el
amor y las creencias.
Su cámara, más relajada que en ocasiones anteriores, nos muestra la belleza de la isla de Amami, nos hace contemplar un paisaje japonés cada vez más difícil de disfrutar debido a la transformación que sufre desde hace años el país provocado por las industrias tecnológicas, entre otras muchas causas.
Su cámara, más relajada que en ocasiones anteriores, nos muestra la belleza de la isla de Amami, nos hace contemplar un paisaje japonés cada vez más difícil de disfrutar debido a la transformación que sufre desde hace años el país provocado por las industrias tecnológicas, entre otras muchas causas.
Kawase se muestra contemplativa antes
las tradiciones más enraizadas del pueblo japonés, observante,
genera una sensación semi-documental que ya estamos acostumbrados a
ver en otras de sus obras como Shara (2003) o El bosque de
luto (2007), dejando que sea la naturaleza y las situaciones más
íntimas las que construyan la magia del relato.
Sorprendió sin embargo que con un
jurado compuesto por Jane Campion como presidenta, y con Sofia
Coppola como partícipe, la obra de Kawase no obtuviese ningún premio, y el más que predecible hueco femenino en el palmares de
ese año en Cannes fuera para El país de las maravillas de Alice
Rohrwacher, que se alzó con el Gran Premio del Jurado. Quizás fue
por dar oportunidad y lanzamiento a una nueva generación de
cineastas, ya que Kawase lleva obteniendo reconocimientos desde su
juventud, o quizás el reiterante método de la realizadora japonesa
no sorprenda hoy día en festivales internacionales y necesite
reinventar en sus obras algo más que el argumento.
Como última curiosidad decir que la productora española que hizo posible parte de la producción de este film, ''Eddie Saeta'' de Luis Miñarro, tuvo que cerrar este año. De nuevo demos un fuerte e irónico aplauso a la cultura en España.
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