El director y guionista J. C.
Chandor nos regala con su tercer largometraje, A most violent year, la propuesta más interesante de nuestra
cartelera. Un brillante thriller, digno del mejor gourmet, protagonizado por
Oscar Isaac y Jessica Chastain.
La película, ambientada en Nueva
York durante 1981 (año con más actos criminales de la ciudad, de ahí el título
de la película), nos muestra a un empresario latino, interpretado por uno de
los actores de más futuro y presente del cine americano. Oscar Isaac encarna, con
presencia acongojante, a Morales, un honrado empresario de fuel que lucha de
forma incansable para seguir adelante y crecer en su negocio. Rodeado de
violencia, de atracos a sus trabajadores y de un fiscal que no se explica cómo
no es un delincuente como los demás, Morales tendrá cada vez más difícil seguir
adelante sin utilizar las armas de la “competencia”. Recordando al personaje
del joven Al pacino de El padrino I, Morales se verá en el
mismo dilema moral, la corriente del mal intenta arrastrarle. Contra ella
luchará solo, como siempre lo ha hecho. Su mujer no es precisamente una honrada
Diane Keaton intentando disuadirlo.
Ella es la gran Jessica Chastain,
una hija de mafioso que no entiende por qué su marido no utiliza las mismas
armas que su padre para proteger a su familia y su negocio. Encarnando a una
ochentera Lady Macbeth el personaje de la siempre impresionante Chastain intentará
sacar lo peor de su marido. Echamos de menos una presencia más continua y menos
intermitente del su personaje.
En definitiva, nos encontramos
ante un thriller con el mejor regusto clásico, inteligencia narrativa y
templanza. La intensidad viene de la historia, las interpretaciones y el
impresionante ambiente, no del frenesí de los hechos. Con este tono clásico, la
película nos recuerda, sin que nadie exclame al cielo, al drama shakesperiano
que también es la trilogía de El padrino de Coppola o al Sidney Lumet
de Sérpico o Tarde de Perros, entre otras muchas.
Sin alcanzar la maestría de las
citadas (sí su estilo y sus buenas cualidades) la película trascurre de forma
fascinante apoyada en las brillantes interpretaciones, la oscura fotografía (de
nuevo se nos transporta al Gordon Willis de El
padrino y sus rostros ensombrecidos) y un guión con personalidad que no cae
en la tentación de llenar de sobresaltos infantiles y facilones la pantalla.
Chandor prefiere dejar marca a fuego lento.
Como los buenos platos, este
thriller se degusta con el mismo placer bocado tras bocado, regularmente hasta
el final.
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