Mucho se ha hablado de Magical
girl, la ganadora de la Concha de oro en el reciente Festival de San
Sebastián, con ella se ha elogiado a su creador, Carlos Vermut, ganador, a su
vez, de la Concha de plata como Mejor director. Se ha dicho que era la mayor
revelación del cine español en la que va de siglo y se ha situado a su autor
como el primer cineasta con entereza, personalidad y mundo propio desde que
apareciera allá por los ochenta otro joven extraño llamado Pedro Almodóvar. Pues
bien, todas estas atrevidas comparaciones y, a priori, desmesurados elogios son
ciertos.
Con esta conclusión podría terminar la crítica, sugiriéndoles
que vayan a verla sin demora a los criminalmente pocos cines en los que se
exhibe, pero no haría honor a una película que no solo merece ser vista sino
ser debatida y analizada ya que, aún, y creo que por bastante tiempo sigue en mi
interior. Explicar el argumento puede llevar a equívocos sobre una película con
sus propias reglas. Es, temáticamente hablando, una combinación de melodrama y
cine negro vertebrado por tres historias articuladas en torno a tres personajes
principales. Según Vermut, la película nació de la idea de los tres enemigos
del cristianismo: el Mundo, el Demonio y la Carne.
A partir de esa estructura
surgieron los personajes. Luis (Luis Bermejo) es un hombre en paro con una hija
con leucemia que desea el carísimo traje de Magical
girl, la protagonista de un anime japonés. Su enemigo es el Mundo. Bárbara
(Bárbara Lennie) es una chica con problemas psicológicos, compleja y misteriosa,
tomando el papel de femme fatal de
este film que, algunos intentando una utopía, han probado a etiquetar como
neo-noir. Su enemigo íntimo es, obviamente, el Demonio.
El último protagonista
es Damián, un ex-profesor con un oscuro pasado en relación a su antigua alumna,
Bárbara. Otra vez un inmenso José Sacristán, que siendo muy probablemente el
mayor mito del cine español en activo, se dedica a realizar, a sus 77 años, arriesgados personajes para jóvenes realizadores, con proyectos de trinchera bajo el brazo, que necesitan de su experiencia para
redondear sus obras. Su enemigo es la Carne. La debutante, Lucía Pollán, hija
en la ficción de Luis, se revela como una niña de mirada gélida que nos regala
la mejor escena del film, completando así, el más que notable reparto.
Estas tramas formaran un puzzle que tendrá consecuencias
francamente espeluznantes. Mediante un ritmo pausado y muy personal, formado a
modo de planos fijos, con fotografía muy cuidada, aderezado con toques de humor negrísimo y, dejando a los actores todo
el tiempo y más, para expresarse, Vermut, en su segundo largometraje, consigue
ir dando forma a su mundo hasta llegar a una última media hora prodigiosa. Es
cierto que su ritmo no es para todos los públicos, te atrapa pero necesita de
tu paciencia la primera media hora hasta que poco a poco el tríptico se vaya
completando y la película exhiba todo su poder de fascinación.
Carlos Vermut, anterior dibujante de comics, muestra un gran interés
por sus personajes que se mueven con vida propia en una trama que, como dijo al
recoger el premio en el festival donostiarra, le importa mucho menos que sus
personajes. La película, con grandes tintes dramáticos pero sin ningún tipo de
melodrama ni recargo sentimental (especialmente difícil cuando en la trama
figura una niña con leucemia) contiene mucha realidad de esa tan extraña que,
aunque está a nuestro alrededor, solo reconocemos cuando nos la muestra una
pantalla de cine. También hay espacio para la crítica social, más bien, fiel
reflejo de la situación en España, integrado en la trama como un modo de
anclaje con la realidad externa de la sala, sin introducir nada capaz de ser
tildado de panfletario.
Pero si hay algo por lo que destaca Magical girl es por su
misterio, que no nace de la trama sino de los personajes, principalmente, el de
los interpretados por Bárbara Lennie y José Sacristán, con un pasado que se
nota tan apasionante que dan ganas de exigir una película sobre él mismo, pero
no, mejor así. Esa sensación en el pecho que se presenta como inquietud y, a su
vez, como satisfacción; que te hace quedarte mirando los créditos sin, en
realidad mirarlos, y que hace que salgas de ella solo cuando el de al lado
quiere salir de la sala, merece tanto la pena que mejor no hacer preguntas.
Por supuesto que tiene fallos, que durante su inicio puede
resultar lenta y tediosa pero démosle tiempo porque no solo lo necesita, sino
que también lo merece. No solo al film, sino a su creador, Carlos Vermut solo
está empezando y creando un estilo propio que, sin duda, posee. Su eclosión ha
sido fulgurante, llevando como cineasta profesional únicamente cuatro años. Solo
cabe esperar que durante los próximos años, al menos, y eso ya sería mucho, se
mantenga.
Este año se han hecho todo tipo de destacados largometrajes
nacionales, comedias taquilleras como Torrente
5 u Ocho apellidos vascos, simpáticas
y agradables como Vivir es fácil,
perturbadores e interesantes como Stockholm
y thrillers con menor (El niño) y
mejor (La isla mínima) acierto. Pero,
en mi crítica a esta última echaba en falta algo, el cine español demanda
muchas cosas de las que está escaso, grandes películas de género puede que sea
una, pero uno siempre desea encontrar otra cosa. Algo diferente, especial, único,
que no se pueda definir en un esquema de thriller apasionante o divertida
comedia. Algo que solo se define con esa inexplicable sensación corpórea en el
pecho que le dice a la cabeza que no deje de pensar en ella. Eso es el arte, eso
es el cine y eso es, al fin, Magical Girl.
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