La inauguración de la octava
edición del Festival IBAFF no podía comenzar con nadie más que con Abbas
Kiarostami. Al contrario de lo que se pudiese pensar, basta ver los nueve
minutos que dura Where is my friend?,
el cortometraje inédito que el cineasta iraní realizó durante los talleres de
cortometraje que impartió en el festival murciano en 2012 y 2013, para
demostrar que este pequeño tributo del festival a uno de sus padres
espirituales no es un gesto vacío de cara a la galería. Lo cierto es que esta
pequeña pieza de Kiarostami es un maravilloso resumen de la sencillez poética
que desprende lo más admirado de su obra. Esta vez, el último cineasta que volvió
a reinventar eso que André Bazin llamaba “lo real” y que nadie sabe muy bien
que es hasta que un artista con talento lo hace aparecer en pantalla, muestra
un pequeño pez atrapado entre las baldosas de un suelo inundado. Es Murcia, sin
embargo llueve, y el pez, como tantos niños de Kiarostami o Panahi (su alumno
más avanzado) buscará una compañía en su destino. Pocas obras de tan desnuda
sencillez sirven tan bien para ilustrar lo que podría ser aquello que llamamos
poesía cinematográfica.
Abbas Kiarostami y sus alumnos durante el taller |
El pez, en su soledad, busca una
salida en compañía, comunicarse con el mundo y con los otros hasta unirse a
otra presencia vital para no quedar atrapado en la soledad de las grietas de
ese suelo gris. Lo mismo, más o menos, se podría decir de nuestra Europa, llena
de racismo, miedo y temblorosos debates fronterizos. El conflicto de los
refugiados, esencial para forzar a Europa a posicionarse moral y éticamente
respecto a sus peores males del pasado y del presente, es el tema elegido por
el IBAFF este año para unificar una diversa programación donde la huella del
conflicto ha de expandirse como un veneno que busca en ella su antídoto. Pocos
saben más de los problemas europeos que el austriaco Ulrich Seidl, el cual, tras
su trilogía Paraíso (Amor, Fe y Esperanza, 2012) y En el sótano (2014) vuelve con Safari, a exponernos cual preciso
cirujano los peores males del corazón de nuestra sociedad, lo terrorífico es
que esta vez no ha tenido que recurrir a las taras para hacerlo. De nuevo, con
un planteamiento de corte documental y declaraciones a cámara, un encuadre
centrado y simétrico y manteniendo a sus personajes en el plano inmóviles como
si de una fotografía superlativa se tratase, las tareas de un safari común se desenvuelven ante nuestros temerosos ojos.
Así, Seidl vuelve con maestría a ocultar su intervención en un relato que
parece mostrar a sus personajes sin apenas intervenciones, con realismo y
planos largos. Sin embargo, es así como el mensaje cala en nosotros. Lo que
vemos parece verdad, todos se creen lo que dicen, incluidos los personajes
cuando explican qué animales prefieren matar. Así, ante un Seidl que se limpia
falsamente las manos, el terror de esos actos se apodera de nosotros. El último
paso, la normalidad de “maquillar” al animal para mejorar su postura de cara a
la pose del cazador frente al cadáver (las fotos de Juan Carlos I y Miguel
Blesa en situaciones idénticas asolan inevitablemente nuestra avergonzada
memoria) cristaliza ante nosotros con la aterradora normalidad que tiene descubrir
un tumor que no habíamos notado o del que ya no nos acordábamos.
Fotograma de Safari |
Junto a Seidl, otro austriaco, Peter
Tscherkassy, presentó The Exquisite
Corpus, una deliciosa pieza de Found
Footage (metraje encontrado) nacido de un re-montaje de diversas piezas
erótico-pornográficas. A partir de la belleza de una joven desnuda durmiendo
relajadamente en la playa, la fisicidad del celuloide se manifiesta con un
montaje lleno de efectos cuya rapidez, complejidad de imágenes y
superposiciones va aumentando en cantidad y frecuencia hasta convertir el
disperso conjunto visual en una única imagen collage con cuidado ritmo interno para
demostrar, en su giro final, que esa narrativa, puramente estética, nos ha transmitido
todo un bello relato.
Fotograma de The Exquisite Corpus |
Junto a los dos austriacos
también aparecieron en Sección Oficial dos largometrajes italianos. El delicado
y multiforme relato sobre la pérdida de Nanni Moretti en Mia Madre (aquí os recordamos nuestra crítica a la Mejor película
de 2015 según Cahiers du cinéma) e Indivisible, la sorpresa más grata del
día. Dirigida por el italiano Edoardo De Angelis y protagonizada por las
gemelas Fontana, la película narra la historia de dos hermanas siamesas que han
de enfrentarse a su familia y a su iglesia para separar sus cuerpos, dejando
así de ser el fenómeno local y fuente de financiación de ambos. Magníficamente
interpretadas por las jóvenes cantantes italianas, la película centra sus imágenes
en las protagonistas mediante planos cortos y cercanos en forma de planos
secuencia que se desplazan junto a los personajes durante varios minutos. La
secuencia de apertura, así como los dos últimos planos son tres de los más
bellos ejemplos de esta personalidad formal. La historia, llena de desarrollo y conflicto
emocional, articula de forma poderosa todos sus golpes de efecto dentro de una
atmósfera que se permite jugar con el realismo hasta retorcerlo, creando un
extraño ambiente a caballo entre un delicado surrealismo y el realismo mágico
(en el sentido más amplio del término). La belleza de este chocante
largometraje se culmina gracias a su localización costera y el fuerte contraste
social sumado a la presencia, de nuevo, de numerosos inmigrantes. Lo peor es que
ya no hace falta que nos lo digan, todos somos ya conscientes de las miles de
muertes que la simple presencia, a priori “anecdótica”, de esos oriundos de África
representa en las costas del sur de Italia.
Fotograma de Indivisibles |
De inmigrantes y pescadores
trataba también Las calles, el primer
largometraje sudamericano de esta edición del festival. Dirigida por la
argentina María Aparicio, la historia recrea el movimiento real (entre 2004 y
2009) que llevó a una profesora y a sus alumnos a entrevistar e investigar a
todos los habitantes de Pirámides, pequeño pueblo cuya principal actividad
económica es la pesca manual en profundidad, para ponerle nombres a las calles.
Así, la directora rescata a los habitantes del pueblo para crear con ella este
relato cuyo sencillo valor pragmático, ponerle nombres a las calles, sirve para
establecer caminos mucho más hermosos en torno a la memoria y a la identidad
del hogar.
Tras The Sixth Season, el alemán Jan Soldat volvió de nuevo al festival
con Happy Happy Baby para mostrarnos
de nuevo con absoluta frialdad y moral distanciamiento otra forma intrigante de
vivir y relacionarse. La intención continua del cine de Soldat de mostrar al mundo
estos pequeños relatos de seres incomprendidos pero (más o menos) felices
obliga a reconsiderar el uso indiscriminado de la palabra parafilia. En este
caso, el cineasta posa su mirada en el día a día de un adulto de mediana edad
que vive y se comporta como un bebe de escasos meses así como la feliz convivencia
de este junto a su pareja. Finalmente, también pudimos ver el cortometraje
marroquí Le Parc. La obra, que ya
pudimos ver durante el pasado FILMADRID recorre, con una cámara en continuo y
relajado movimiento, un parque de
atracciones vacío donde diversos jóvenes se muestran estáticos en medio de
acciones cotidianas. De esta forma, el cortometraje dirigido por Randa Maroufi
incita a la reflexión sobre el abandono de los espacios de ocio por parte de la
juventud y la vampirización que las redes sociales, especialmente la continua
captura fotográfica del instante, realiza sobre todos los momentos vitales y
del día a día de la nueva generación de jóvenes adultos.
Fotograma de Happy Happy Baby |
Concluido ya el primer e intenso
día de IBAFF, el martes nos espera una apasionante jornada de seis
cortometrajes y cuatro largos de la sección oficial (sin contar la exhibición
de Mommy, dentro de la retrospectiva
de Xavier Dolan). Os recordamos nuestro artículo sobre todo lo más destacado,
día por día, de la programación y os emplazamos a consultarla junto con los horarios
completos en la página oficial del IBAFF.
Por Rafael S. Casademont
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