Después de tres décadas desde la
última entrega, el director George Miller vuelve a retomar a su mítico
personaje de los ochenta. Mad Max: Furia en la carretera no es,
sin embargo, una película que exija o necesite haber visto las anteriores entregas
para visionar esta cuarta parte.
Podríamos decir que estamos ante
uno de los mejores prototipos de lo que es el género de acción con mayúsculas.
Desde el Batman de Cristopher Nolan, al que siguieron la evolución de las
películas de la Marvel, la acción había sido sazonada con un guión con cierto
contenido, los personajes importaban, eran más oscuros, tenían diálogos, dramas
y contaban en el reparto con actores habituales fuera de los círculos del
blockbuster. Miller se olvida de todo esto, pasa absolutamente de los
personajes o del diálogo, se centra puramente en la acción. Mad Max: furia en la carretera no podría
tener mejor nombre ya que toda ella es una persecución con batalla casi
ininterrumpida. El motivo es el arquetípico argumento “rapto de las sabinas”,
en esta ocasión las mujeres de un tirano que controla uno de los territorios
aún con agua de la devastada tierra post nuclear de Mad Max.
Dentro de esta vuelta al cine de
acción puro y duro, Miller y la era
tecnológica de calidad gloriosa en la que nos encontramos nos regalan una
remasterización de ese mundo que ya nos avanzo, de forma obviamente más cutre, en los ochenta. Las
imágenes son sencillamente apabullantes, preciosas, con una gran influencia pictórica
y un cuidado exquisito. Mad Max, sin embargo, pasaba por allí como quien dice.
Cualquier “cachitas” podría hacer lo que en la película hace su supuesto
protagonista. Miller nos devuelve al mundo de Mad Max sin Mad Max. Solo la leve
presencia de Charlize Theron nos da cierto apoyo personajístico. Obviando lo
plano del personaje principal y la belleza de las chicas que lo acompañan como
único y superfluo atributo, hay que destacar que el diseño de los demás
personajes es, por el contrario, sensacional, original y ochentero, cutre y
moderno.
Exceptuando a los fans puros del género, el principal fallo que encontramos en Mad Max es
que dos horas de persecución, en la que el director no provoca ningún apego
hacía los personajes exceptuando la belleza de sus protagonistas femeninas,
hace que su éxito o fracaso de absolutamente igual, resultando la acción
larga, repetitiva y sobrecargada. No toda la canción puede ser estribillo, sino se aborrece
muy rápido.
Una película simple, plana, vacía,
repetitiva, irreal, explosiva, apabullante, bella, cansina y entretenida. En
definitiva, Mad Max es lo que quiere, no hay contenido, no hay narración
argumental, no hay personajes, no hay sentimiento, es el género de acción.
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