Esta semana tenemos
en la cartelera una película única, de esas que hay que ir a ver en pantalla
grande sí o sí. Os digo esto porque ayer pude disfrutar de la nueva película de
Martin Scorsese, y sí, es su mejor película desde Casino en 1995. El Lobo de
Wall Street es una película apabullante que no te deja respirar ni un
momento en sus casi tres horas de metraje.
En este
nuevo film el director ha disfrutado de esa libertad total que siempre deberían
tener los maestros pudiendo mezclar en su narración los diálogos con la voz en
off o, utilizar indistintamente, anuncios de bancos o de teletienda con la
televisión de la época, ect. Al otro lado, delante de la cámara esta la otra
clave de la película, Leonardo Dicaprio, el hombre que acapara totalmente el
film, el lobo, adicto a todo lo posible, totalmente espectacular y desbordado
nos da, sin duda, su mejor interpretación. Ambos, Scorsese y Dicaprio,
son los únicos productores de la película por la que estuvieron reuniendo la financiación
suficiente durante casi cinco años para poder hacerla libre de cualquier
presión, y el resultado se nota.
La historia,
narrada por DiCaprio, cuanta la ascensión de un don nadie hasta la cima más
rica del mundo, Wall Street. Drogas, sexo, dinero, lujos y todo tipo de excesos
pueblan el film a raudales, como nunca los habréis visto. Un director novato
con aires de rebelde usaría la mitad de estos elementos para provocar y hacerse
el “enfant terrible” pero Scorsese no es así, es un maestro de las narraciones
que empiezan al máximo y nunca
retroceden superando la barrera del ritmo narrativo hacia la locura, brillante
locura.
Personajes
secundarios únicos como el de Jonah Hill, que demuestra que es una de los
mejores secundarios de Hollywood, y el de Margot Robbie, mujer de una belleza
apabullante que firma su salto al estrellato, no hacen sino sumar al personaje
de un DiCaprio en continuo éxtasis de locura, derrochando energía para llenar
diez películas más. Es cierto que la narración de Scorsese recuerda a la de Casino y Uno de los nuestros pero, al contrario que en estas donde te
relataba con más intereses el funcionamiento de esos sangrientos negocios, en
esta se centra en el desenfreno de sus protagonistas. La droga, la locura, las
fiestas y bacanales, que en sus anteriores obras maestras era algo secundario, aquí
ocupa el centro del film. De esta forma, la película se erige como un duro
retrato del sistema financiero de Wall
Street que en unos años causaría la crisis económica mundial que nosotros aún
vivimos.
Escenas tan excéntricas
como las de la canción de Matthew McConaughey o la sobredosis de droga caducada
sirven además de aliciente cómico a la película que está llena de risas además
de simple y arrolladora energía. Unas conversaciones increíbles con mucho humor
y la más rastrera (en el buen sentido) de las filosofías pueblan un gran guión
escrito por Terence Winter, de “Los Soprano”.
Como Tony
Montana en la Scarface de Brian de
Palma, Jordan Belford, increíble personaje real
autor del libro en el que se basa la película, quiere ascender rápido hasta
la cima y sabe cómo hacerlo, las consecuencias no le importan ni se permite
creer siquiera en que las habrá.
No se dejen
engañar por lo fácil, es una película enérgica y de excesos, muy divertida y de
cuyas tres horas no sobra ni un segundo, pero también tiene mucha mala baba.
Solo de pensar que esto pasa de verdad, aunque sea en menor medida es ya muy
chocante, el sistema está podrido y el dinero lo domina a todo y a todos porque
es la más grande de las drogas a la que el mundo entero está enganchado. Pero, ¿hay
una mejor manera de vivir que la de Jordan Belford?
Ganadora ya
de varios premios y con cinco candidaturas para los Oscars, puede que esta película no arrase en premios este año pero
si arrasará su mente dejando varias de las mejores imágenes de la carrera del
director neoyorkino grabadas en su retina.
“Véndeme
este boli y te haré millonario”. Vayan al cine a descubrir cómo hacerlo.
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