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14 de octubre de 2016

[CRÍTICA] Elle: Violando al thriller



Aclamada por la crítica desde su paso por el Festival de Cannes, Elle, el nuevo trabajo de Paul Verhoeven tras diez años de ausencia, parecer ser la mayor candidata a colgarse la etiqueta de “película del año”. Lo cierto es que Elle es una fascinante obra maestra que se encarga de hacer justicia a los elogios que se dicen de ella a la vez que alimenta con exagerada controversia los temas de sus contrarios. Y es que una película no puede ser tan fascinante si no hace que unos la amen y otros la odien, cuando solo se consigue uno de los dos se encuentra la mediocridad y Elle es lo opuesto desde su primera escena, es la sublimación de lo que creíamos incorrecto o incoherente.


El director holandés, que llegó al cenit de su popularidad en el Hollywood de los años noventa con películas como Instinto básico (1992) o Desafío total (1990) había dejado plantados a sus cada vez más numerosos y orgullosos seguidores desde la también admirable El libro negro (2006). Cuando se decidió a llevar al cine americano la novela de Philippe Dijan Oh…, un problema lo llevó a tener que trasladar el proyecto a Europa (Hollywood sigue siendo un rico, grande y gordo cobarde). El proyecto necesitaba a una actriz madura con ganas de interpretar a, atención, una mujer violada que NO busca venganza. Ninguna estrella de Hollywood podría aceptarlo, ahí es donde entra la segunda “autora” de la película, Isabelle Huppert. La gran actriz francesa, que también se encuentra en nuestras carteleras con otra obra admirable, El porvenir, de Mia Hansen-Løve, encarna a esta alta ejecutiva llamada Michèle alrededor del que gira todo el relato de Verhoeven.


Si atienden a cualquier sinopsis de venta del filme, el argumento se describe como el conocido caso de “víctima de violación busca venganza por su cuenta”. Es triste que algo tan masticado como lo anterior siga pareciendo a los distribuidores más efectivo que el estimulante caso contrario que nos regala Elle, el de la misteriosa actitud de su protagonista tras el encuentro. Valga decir que la complejidad de la obra se transluce en muchos otros puntos de la narración, anunciando lo que se adivina también como una fascinante novela que, por desgracia, aún no se encuentra traducida al castellano.

A partir de la escena de la violación, la primera del metraje, Verhoeven se dedica a revolver uno por uno todos los puntos que encontramos repetidos una y otra vez, con mayor o menor éxito, en cualquier thriller de venganza (valga la reciente Tarde para la ira de Raúl Arévalo como ejemplo evidente). Huppert avanza por el relato mostrándonos, por un lado, su trabajo en una compañía de videojuegos y, por otro, a su disfuncional familia con un hijo cómicamente idiota, su amante y marido de su mejor amiga o su madre, toda una asalta cunas así como a sus “encantadores” vecinos. Es, sin embargo, este maravilloso coro de personajes una trampa y a la vez un acertijo para descifrar a Michèle. El porqué de su reacción a la violación se convierte así en mucho más; en el principal misterio de la película que, sin embargo, avanza engañosa para descubrir la identidad del asaltante.


A los siempre atentos defensores de la moral y la corrección política se les ha de aclarar que Elle no es un relato a favor de la violación y que la actitud de Michèle no se ha de interpretar como un argumento más en favor de la cultura de la violación, no. Michèle es Michèle y nos queda muy claro que no representa a ninguna mujer más. Huppert le da vida creando un fascinante retrato que hace tan difícil como estimulante el complejo acertijo que enuncia Verhoeven a lo largo de toda la película. Las pistas son numerosas, las tramas y personajes que aparecen aportan tanta información como dudas y es ahí donde ha de entrar el espectador. Uno ha de decidir, viendo Elle, si se ha de adherir, como sus protagonistas, a las reglas del juego que se marcan desde la primera imagen, la amoralidad domina a la corrección y el deseo culpable deja de serlo. Verhoven consigue aquí su característica diferencial como autor, conseguir amar y transmitir  al espectador dicha empatía por todos y cada uno de los personajes incompresibles, malvados, mórbidos, estúpidos o antipáticos que pueblan el relato y centrarse en los sucesos del mismo, sin necesidad de posicionarse moralmente en ninguno de los acontecimientos narrados dejando al espectador libre para un completo disfrute culpable.


En conclusión, por un lado tenemos el thriller, entretenido y digno del mejor Cluedo, la búsqueda del violador entre varios sospechosos. Por otro lado, tenemos la comedia y el melodrama de unos personajes tan disfuncionales como mórbidamente encantadores. Ambos crean un extraño aparato, que deconstruye el thriller dejando como producto final el retrato de unos personajes increíbles cuya principal baza es la ambigüedad. Es, por tanto, en el misterio, no del violador, sino de los personajes, en especial el de Michèle, como Elle se convierte en una de las obras más estimulantes, entretenidas y arrebatadoras del año. Hitchcock, entre otros, decía que mientras la mayoría de personas creen que el cine se basa en el qué, en realidad lo importante es el cómo. En un mundo lleno de “tensos y sorprendentes thrillers” idénticos, quizás, la razón de ser y el verdadero acierto de Elle sea que, satisfaciendo el qué y el cómo, solo nos preguntó por el quién y en realidad lo que siempre hemos querido saber y nunca sabremos del todo es el porqué.
Por Rafael S. Casademont


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