Se podría pensar que el titulo de este artículo es irónico, o que se juega con el sarcasmo para atraer al lector o lectora, o en el peor de los casos, incitarle, provocarle e irritarle con el único fin de que aumente las visitas a este blog, lo que sería necesario aplicarle una intención capitalista y comercial a quien suscribe este texto. Nada más lejos de la realidad.
Aquí llega Condemor el pecador de la pradera, puede
catalogarse de película de acción-cómica ambientada en el lejano
oeste estadounidense. Pero sería erróneo definirla tales
calificativos, puesto que se trata nada más y nada menos que de una película que se sirve y se aprovecha de los elementos adyacentes para su realización, y con una simple intención comercial. Es decir, Álvaro Sáenz
de Heredia no es ningún virtuoso de la cámara, no pretende con su
objetivo trasmitir un sentimiento evocador que permita al
espectador y espectadora despertar de la ensoñación virtual en la que vive.
No, simplemente desea grabar y ganar dinero con ello. Lo que es
totalmente legítimo por parte del director. No se le puede exigir a
todos los cineastas que su cine sea innovador y rompedor con
imágenes sugestivas.
Entonces, ¿cómo clasificar esta película? Utilicemos los términos
españolada de la época, pues el director aprovecha el impulso
mediático de uno o varios personajes para estirarlos hasta el
paroxismo con ese fin pecuniario señalado con anterioridad. Es más,
no genera un contexto extremadamente complejo, sino que aprovecha las
propias cualidades e idiosincrasias de los escenarios naturales
españoles para la realización de su obra. Sáez de Heredia pensó
que el decaimiento del cine del oeste le permitiría hacer uso de las
instalaciones de Almería a un precio bastante inferior que el de
décadas anteriores.
Falta de medios y un guión mediocre son algunos de los elementos a destacar de
esta película. La trama principal no parece muy elaborada, y no se
escinde de los cánones más simplistas del cine: una línea
argumental básica con una división dicotómica y maniquea, y
débiles subtramas, donde destacan dos historias de amor: la
paterno-filial y la propiamente amorosa entre el protagonista y el
personaje femenino. Entonces ¿qué es lo que convierte esta película
cutre en sublime? Sus protagonistas: Chiquito de la Calzada y Bigote
Arrocet, los genios del humor.
Pondrá el lector el grito en el cielo al leer tamaña afirmación, y
posiblemente un odio visceral e irracional invada su cuerpo queriendo
buscar al escritor para hacerle sufrir las penas y
lamentos con los que la Inquisición hacía disfrutar a los herejes.
Pero realicemos una retrospectiva de nuestro pasado, especialmente
las personas que nacimos antes de 1995, y libres de pecado se
hallarán, para lanzar la primera piedra, aquellas que no encuentren en su
mente un recuerdo, en el que mirando ávidamente en el televisor
muchos de aquellos programas de humor, no profirió su garganta alguna
carcajada sonora al oír, no el chiste, sino simplemente el nombre de
Chiquito de la Calzada o Bigote Arrocet. ¡Piticlin, piticlin! era el
sonido con el que Bigote Arrocet indicaba que una llamada de suma
importancia entraba en escena (recuerden esas palabras porque es una
de las preguntas del Trivial)
La película no defrauda en ninguna escena. Chiquito de la Calzada,
que interpreta a un aristócrata cobarde de nacionalidad francesa
llamado Condemor, consigue mantener al espectador sentado en su
butaca esperando la siguiente escena, no para conocer el desenlace
final (eso es lo de menor importancia), sino para poder deleitarse
con la próxima jugosa broma del humorista, y descuajeringarse con el
chisporrotear de su verborrea lingüística. Bigote Arrocet no queda
atrás de esta maravillosa interpretación, no solo lo complementa,
sino que construyen un dúo tan magistralmente coordinado que la
falta de uno solo de ellos haría fracasar todo el film. Chiquito
está en su esencia pura, no es un actor de método, simplemente es
él mismo, el personaje que él construyo para televisión llevado a
la gran pantalla. Es en general un personaje chistoso, astuto,
pícaro, y solo en los momentos clave, valiente.
En la sociedad actual renegamos del pasado, entendido como amargo y
nocivo. En el proceso de construcción de la memoria colectiva de
nuestra generación son muchas la voces que se alzan para intentar
borrar la obra de Chiquito de la Calzada. Sus chites políticamente
incorrectos y castizos producen bochorno y vergüenza. Desde esta
tribuna proclamo un amor lícito hacia esta película y los actores
que allí aparecen. Reivindico un visionado de este film con los ojos
de la niñez, con la mirada inocente de antaño. Riámonos de él,
riámonos con él, y entonces descubriremos que detrás de la cutrez
se alza lo sublime.
Hi!
ResponderEliminarEn el auge de este señor yo fui de los que fueron a cine a ver esta y la de Brácula. La del oeste me reí mucho, la del vampiro casi salgo del cine. Supongo que ahora no aguantaría ni cinco minutos de las dos.
Saludos.
Gracias por visitar la página y por tu opinión. Bracula supone un escalafón más en el proceso de complejización cinematrográfica de Chiquito. Los números musicales y los escenarios naturales de grabación significan un mayor interés de director por ofrecer un espectáculo sin precedentes. Es una película minusvalorada.
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