Historia de una pasión es la segunda película que Terence Davies entregó
a nuestras pantallas el pasado año tras Sunset
Song. En ella, el realizador inglés afronta
con éxito la siempre difícil tarea del biopic, en este caso, el de la poeta estadounidense del siglo
XIX, Emily Dickinson. Protagonizada por Cynthia Nixon (conocida principalmente
por su papel como Miranda en Sexo en
Nueva York) con una mirada rota, húmeda y concluyente apoyada en gestos
contenidos, la película recorre los años que la poeta pasó en su casa
familiar desde que dejó los estudios hasta su muerte en 1886 centrándose en su
progresivo aislamiento.
Aunque aún esté reciente el
estreno de Sunset song, lo cierto es
que la forma en la que Davies afronta la narración biográfica de Emily
Dickinson recuerda más a un compendio de sus obras anteriores que a su último
trabajo. El retrato familiar a lo largo de las décadas, las relaciones entre
hermanos, entre padres e hijos y la importancia del hogar como centro angular,
tanto de la vida como de la película, recuerda indudablemente a la más reconocida
obra de Davies, Voces distantes
(1988). Resulta también muy palpable otro paralelismo, especialmente en la
solitaria angustia de la última Emily Dickinson, la que ya no quiso abandonar
su propia habitación, con la espera y el encierro voluntario que rodeaba
también la relación amorosa de Rachel Weisz y Tom Hiddleston en la más reciente
The Deep blue see (2011) basada en la
ausencia y la espera alrededor de una ventana. Finalmente, su forma de abordar,
ligera pero eficazmente, la historia de Estados Unidos mediante leves
pinceladas, así como uno de los momentos más bellos de la película, la elipsis
que nos muestra el envejecimiento de los personajes, también invoca en la
memoria otra obra del autor, La biblia
del neón (1995).
En definitiva, se puede observar
que Davies aborda la vida de Emily Dickinson desde un punto de vista personal
para hacer en todo momento la película suya, llena de motivos propios evidentes
a lo largo de su ya extensa carrera. Como resultado, Historia de una pasión cuenta con un sentido de la puesta en escena
absolutamente abrumador, con composiciones y esquemas de luz bellamente
pictóricos y unos movimientos de cámara lentos y continuos que parecen pintar,
a la vez que se desplazan, las imágenes que estamos observando.
No es, sin embargo, Mr. Davies
ningún frívolo cuyo interés se limite solo a la belleza formal. Su intención de
no dejar nunca esta última descuidada se extiende a una estimulante recreación
histórica que, como en sus anteriores trabajos, refleja la mordacidad social de
su director mediante la locuacidad de sus personajes en diferentes ocasiones.
Así, Emily Dickinson se mueve exterior e interiormente en un mundo fuertemente
machista y religioso, acartonado e injusto, cuya representación consigue
alejarse de los tópicos más manidos mediante una continua dinámica de lucha
interna, entre la rebeldía y la corrección. Así queda demostrado en numerosas
ocasiones mediante los diálogos que mantiene Emily con su padre (Keith
Carradine) y, especialmente, con su amiga Miss Buffam (Catherine Bailey).
Sin embargo, por encima de la
capacidad de Davies para combinar complejidad histórica y la tan repetida
belleza con la que acostumbra a rodar, el principal atributo de esta película
es el que debía ser desde un principio, su retrato de la artista. Así, la obra
no solo se limita a regalarnos una compleja y pluridimensional interpretación
de la poeta ni a salpicar todos los capítulos de la obra con pequeños
fragmentos de los versos de su protagonista sino que centra sus emociones en transmitir el alma
atormentada que los producía. De esta forma, los versos no se limitan a adornar
las imágenes sino que completan con palabras lo que la película transmite
en imágenes hasta un final en el que la muerte (uno de los principales temas
de la obra de la poeta y, por tanto, de la película) hace confluir la poesía
de Dickinson y la de Davies en perfecta comunión.
Por Rafael S. Casademont
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