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2 de abril de 2015

[CRÍTICA] Le meraviglie: Realismo mágico

Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2014, El país de las maravillas (confusa e injustificada traducción), segunda película de Alice Rohrwacher, llega a nuestra cartelera.



La película narra la historia de Gelsomina, la mayor de cuatro hermanas de una familia de apicultores que intentan seguir llevando a cabo sus labores diarias, sin dejarse afectar por el mundo exterior. Con la llegada de un programa de televisión, cuya imagen es la inmortal Monica Bellucci, la joven Gelsomina se verá atraída por lo exterior, lo fascinante, algo a lo que su obcecado padre se niega. Además, debido a la ausencia de barones para el trabajo, el padre acepta cuidar de un adolescente de pasado conflictivo y enseñarle las labores del campo. El extraño joven, que no habla ni admite el contacto físico hará el resto en una historia costumbrista, narrada con mirada mágica.


La joven directora italiana se aproxima con talento a esta sencilla historia que llena de mundo poético, apoyándose en los grandes referentes del cine italiano, pero en la que falla en dotar de una base que al final no resulte intrascendente. Estamos ante una película de detalles, donde el talento y la mirada de la directora nos emocionan y nos trasmiten muchas cosas. No podemos sino admirar que  varias escenas nos hipnotizan haciendo que nuestro cerebro olvide cerrar la boca. Imágenes que, en manos de otra persona, nos resultarían completamente insustanciales. Eso es el talento. La inexperiencia posiblemente sea que la intención de la cineasta (autora también del guión en solitario) de apoyar la película en una reivindicación de lo rural no llega a trasmitir casi nada con su bienintencionada denuncia del peligro de extinción de ese mundo campestre. La crítica a su desaparición y desubicación en este mundo moderno que tanto lo necesita, pese a que sonaba bien, resulta insustancial. Al fin y al cabo, esta es una película (repetimos) de detalles.


Todas las escenas relacionadas con las abejas; el concurso, dotado de un aura casi ancestral y, sobre todo, la relación entre los niños, principalmente entre Gelsomina y el chico acogido (Martin) serán lo mejor de una película que pretende mirar lo feo con belleza y lo real como magia. 


Rohrwarcher se apoya inteligentemente en el neorrealismo más rural, podríamos citar al tardío neorrealista Vittorio de Seta, juntandolo con un intento de emular la magia del maestro Fellini. Empezando por el nombre de su protagonista, nada casual homenaje al personaje de Giulietta Masina en La Strada, representación maestra de la inocencia. Rohrwacher logra trasmitir esos momentos en los que de la nada Fellini hacía magia. De forma mucho menos estridente, y por qué no decirlo, también menos poderosa, la cámara de El país de las maravillas es como su protagonista, un ser deseoso de descubrir que parece, a su vez, empeñado en no mirar hacia otro lado.

Recordando al realismo mágico de la literatura y de cualquier infancia que se precie, el mundo de Le Meraviglie debe al final volatilizarse, como Macondo en la obra maestra de García Márquez.


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