
Amelie nació en Japón. Pero su vida se desarrolló en Bélgica.
A pesar de todo, siempre se sintió japonesa. Haber nacido en Japón no es suficiente
para ser un japonés pero casarse con un japonés si que sirve para ser nacionalizado.
El film gira en torno a dos temas principales, el compromiso y las diferencias
con las que se encuentra Amelie a la hora de lidiar con su pareja japonesa.

Romance en Tokio es básicamente una película de choques
culturales. Si algo he aprendido gracias a los vídeo blogs de Kira Sensei (un español que vive en Japón) es
que existen dos fases por las que pasan los extranjeros en el país nipón. Una primera
fase dónde solo existe un amor absoluto hacia el país y una segunda fase en la
que surge el odio, al no poder integrarse en una sociedad donde el individuo
vive encerado en si mismo, al contrario que en Europa donde estamos
acostumbrados a mostrar nuestros sentimientos. Cuando se conoce la superficie
se ama con locura, pero el verdadero amor hacia un lugar, persona, sociedad es
cuando la conoces en profundidad y tras conocer sus defectos sigues amándola,
solo si llegas a ese punto es cuando se descubre si de verdad se quiere algo o
solo era un romance pasajero.
La película es entretenida y divertida, tiene un buen ritmo
narrativo, no resulta aburrida en ningún momento. No obstante, en algunos
momentos peca de sensiblera, pero centrarnos en ese tema sería ser injustos con
el film. A pesar de ser una comedia romántica se sale un poco del molde
establecido en el género, sorprendiendo al espectador con algún que otro gag
fuera de lo común, resultado de las diferencias que existen entre la gente de
occidente y los asiáticos.
No sé si se trata de una simple casualidad o el director
Stafan Liberski ha aprovechado que la chica protagonista posee el mismo nombre
que el personaje de la famosa película de Jean-Pierre Jeunet, Le fabuleux
destin d'Amélie Poulain, para introducir varios temas musicales que recuerdan
demasiado al estilo de Yann Tiersen. Para finalizar, hay que destacar el
carisma ante la cámara de la actriz protagonista, Pauline Étienne, una actriz
que está todavía por explotar y que parece ir por muy buen camino.
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