Si usted pertenece a ese grupo de cinéfilos que se
enternecen cada vez que visionan el final de La lista Schindler, o piensa
que La vida es bella es lo más bonito que ha dado el cine moderno, y no
puede evitar lloriquear cada vez que aparece el hundimiento del barco más
famoso de la historia en pantalla, muy posiblemente no conozca de nada a este
señor.
¿Quién es John Waters? Y lo más importante ¿Qué aportó al
cine para que sea necesario conocerlo?
Waters no acudió a una prestigiosa academia de cine, de
hecho no fue a ninguna. No cosechó una flamante carrera con premios de la
crítica ni grandes recaudaciones comerciales, porque todo eso no le interesaba
demasiado. Lo suyo era ¿Cómo decirlo? Otra cosa.
Debemos recordar que durante los años setenta y ochenta la crisis
de muchos estudios de cine tuvo como consecuencia que los films de la época se
volvieran algo más ‘’picantes’’ en cuanto a temas de sexo y violencia, y esto (junto
con los avances tecnológicos) impulsó el cine independiente de una manera que
nunca antes se había visto. El cine ya no buscaba realizar grandes
superproducciones sobre emperadores romanos, ni relato bíblicos. Ahora se podía
ser más atrevido y tratar temas diferentes a los que el espectador estaba
acostumbrado. Muchos cineastas se sentían más libres que en años anteriores para
realizar sus obras, ya que no se encontraban constantemente censurados por
parte de las productoras. El principal contra que poseían las producciones de
tipo independiente era que, lógicamente, su presupuesto solía ser menos
elevado.
De esta manera el cine moderno nos dejó un legado de grandes
obras gracias a directores que eran más ‘’retorcidos’’ e iban en busca de un cine más punzante: La naranja
mecánica de Kúbrick, la antibelicista Johnny cogió su fusil, los Perros de paja
de Peckinpah, la conocida Harold y Maude… Pero el cine de Waters consiguió que el ‘’atrevimiento’’ de todos ellos no
pareciera más que un aperitivo del plato principal. Para dicha hazaña no necesitó
más que: una cámara barata, su grupo de amigos de toda la vida y un extraño
pero increíble sentido del humor. Toda una chapuza casera.
Nadie podía siquiera imaginar que recién entrados los
setenta semejantes perversiones pudieran ser grabadas y expuestas al público,
excepto Waters. Después de varios cortos, y un par de largos (Mondo Trasho y
Multiple Maniacs) decidió grabar una trilogía en honor al mal gusto, que sería
recordada como lo más asqueroso jamás rodado para cine (especialmente la
primera de ellas). Y es que no se cortó un pelo a la hora de inmortalizar
escenas de sexo con animales, coprofilia,
inseminaciones artificiales caseras… Realmente su siguiente cinta, Pink Flamingos
(luego la seguirían Female Trouble y Desperate Living), era una autentica
marranada, compuesta de los extraños fetichismos e ideas extremas que rondaban
la cabeza de este señor. Pero gracias a ello Waters había conseguido lo que
muchos otros no había logrado antes: rodar exactamente lo que quería, sin
ningún tipo de tapujo, y esperando que el público entendiese su peculiar
sentido del humor. Y si el gran público no lo entendía, pues tampoco pasaba
nada, lo importante era pasarlo bien y hacer un poco el gamberro. La idea que
sustentaba el proyecto era rodar algo diferente a lo que nadie hubiera hecho
antes o haría jamás. Y es que los primeros trabajos de John Waters siguen
siendo a día de hoy lo más bizarro y repugnante que ha parido nunca la historia
del cine. Cuesta imaginar algo más desagradable que ver a Divine (su actriz
fetiche) cometiendo semejantes actos perversos e increíblemente repulsivos
(comerse una mierda de perro entre ellos).
Pero dejando a un lado el hecho de que su cine no sea de un gusto
mayoritario, me pregunto ¿No es esta la esencia del cine de autor? Waters en
cada una de sus películas nos presenta su particular visión de la vida
utilizando su característico humor. No pretende que sus películas le produzcan
fortuna (aunque si llega, bienvenida sea), solo quiere que las pocas personas
que comparten su visión del mundo se
sientan satisfechas e identificadas. El cine tiene que ser flexible y dar la oportunidad de que todos
nos expresemos de una manera u otra, y esto principalmente es lo que la imagen
de John Waters representa.
Convertido a día de hoy en todo un icono del cine
independiente y bizarro, muchos directores dan muestra de estar ampliamente
influenciados por su cine: Todd Solonz, Harmony Korine, Larry Clark, Pedro
Almodóvar… entre otros tantos. Después de una primera etapa más radical, siguió
realizando trabajos algo más ‘’adaptados’’ al gran público, pero sin perder su
personal estilo ni su particular mensaje. Y esto último (en gran media) es lo
que le hace mantener su imagen tan viva. Es un claro ejemplo de
cineasta anclado en sus principios y del que todos los aspirantes a director
deberían influenciarse de alguna manera.
Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara
@AlfonsoGarcia_C
Para mi la mejor de este señor es la de "Los Asesinatos de Mamá"!
ResponderEliminarMuy buena entrada Alfonso. ¡¡¡Viva al Trash Cinema!!!
ResponderEliminarMe gustaría felicitarle por éste maravilloso artículo, señor Cañadas, en el que no sólo nos invita a una profunda retrospectiva de los albores del cine independiente, sino que también, de forma implícita, prácticamente obliga al lector a preguntarse cuál será el futuro del celuloide, y si se podrá seguir mostrando la realidad sin pudor,sin la silenciosa presión de cualquier productor.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias gente! Para mí sin embargo ''Los asesinatos de mamá '' no se encuentra entre mis preferidas. Prefiero ''Pecker'', ''Female Trouble'' o ''Desperate Living''.Pero lo importante es echarle un ojo a todas sus obras, porque es muy interesante, un saludo!
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