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22 de marzo de 2014

Nymphomaniac Volumen I & II: Interés a latigazos


En esta reseña se habla de la película Nymphomaniac de Lars von Trier que fue dividida en dos partes para su estreno en salas comerciales. De esta manera en primer lugar se analizarán las dos primeras horas de película que ocupan el metraje de Nymphomaniac Vol. I, y las dos siguientes estrenadas como Nymphomaniac Vol. II.

Aunque la finalidad de este escrito es analizar la película como una sola.

Nymphomaniac Volumen 1


Las sucesivas y atrevidas campañas publicitarias de Nymphomaniac que se vienen conociendo desde hace ya un año provocaban que tanto los cinéfilos favorables al realizador danés, como sus detractores o directamente los ajenos al mundo del cine se sintieran mínimamente atraídos a esa explosión hormonal interpretada por Charlotte Gainsbourg que prometían estos rompedores anuncios.

Mi personal desilusión tras el visionado de Nymphomaniac Volumen I no vino provocada por esa falta de escenas polémicas que sobrepasen la barrera entre la pornografía y el cine que se expone en sala comerciales, no, porque esto ya se veía venir de lejos. La última película de Lars von Trier no ofrece más escenas picantes o ''subidas de tono'' (en todo caso menos) que La vida de Adele, por citar un ejemplo de este mismo año, y la enfermiza morbosidad de su planteamiento no se acerca a las cotas barajadas por David Cronenberg en Crash (1996) o en La bestia ciega (1969) de Yasuzo Masumura.


Lo que provocó mi desilusión fue la espera del magnetismo con el que este director ataca al público en películas como Romipendo las Olas (1996), Dogville (2003) o Manderlay (2005). El famoso y más que anunciado ''disgresionismo'' no termina de convencer, muchas de sus comparaciones desvían la atención del público por el mínimo nexo común que mantienen con la historia, y otras tantas veces resultan ridículas y faltas de interés.

El contrastado modelo estético de los diferentes capítulos (incluyendo el uno de blanco y negro) resulta más que interesante y juega un importante punto a favor del film, dándole ese toque tan personal y único que el público reclama al visionar un trabajo del danés. Pero por otra parte los actores que protagonizan esta primera parte de la película no terminan de encajar, y mucho menos dar alguna seña de profundidad. Claro está que no me refiero a Charlotte Gainsbourg y Stellan Skaesgård, sino a la joven Stacy Martin que, a parte del poco parecido físico con Gainsbourg, no se termina de contemplar un proceso de evolución mental lógica en tan solo un periodo de tres años. Quizás la culpa de esto último proceda de los sobresalientes dotes actorales de la protagonista de Anticristo (2009).


Tema a parte es Shia LeBeouf, cuya presencia durante todo el film, personalmente, no termina de convencerme. Quizás sea por motivos propios, pero esto me supuso un lastre durante el visionado por el poco convencimiento que me transmite su papel de rudo hombre de negocios imposibilitado ante las necesidades sexuales de la protagonista.


Nymphomaniac Volúmen II


Para mi sorpresa Nymphomaniac realiza un favorable giro a partir de las dos horas. Gracias a varias cuestiones el film comienza a sumar interés, sobre todo, cuando Charlotte Gainsbourg asume por completo el protagonismo. La actriz dota de profundidad a un personaje que Stacy Martin había tratado de forma mucho más superficial, de esta manera su imagen sostiene con pulso firme las riendas de la película y la dota de credibilidad. Además su compenetración con el fantástico Stellan Skaesgård (que también aparece durante todo el film) y una breve pero intensa aparición del siempre genial William Dafoe ayudan en la notable mejora del interés.


Sorprendentemente, en esta segunda parte, el extraño artefacto denominado ''disgresionismo'' comienza a funcionar tal y como creemos que Lars von Trier pretendía, ya que sus comparaciones comienzan a resultar lógicas, comprensibles y muy bien escogidas. Además su argumento se vuelve mucho más complejo y enrevesado con personajes oscuros y situaciones desconcertantes, muchas de ellas al más puro estilo Terciopelo azul (1986) de David Lynch. El morbo y lo excéntrico de la situación no está en sus imágenes, si no en la utilización de los personajes para mostrar los límites de la sexualidad humana. Todo esto incluyendo alguna escena cómica dotadas con un humor muy personal (ojo a la escena del trío entre Charlotte Gainsbourg y los dos africanos), que consiguen terminar de conquistar al público.


Un final más que correcto cierra unas cuatro horas de visionado a veces irregular, y otras veces único y más que interesante, mostrándonos un Lars von Trier que puede seguir dando la talla con un estilo personal, único y sincero.


Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara
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