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27 de marzo de 2014

De tal padre, tal hijo: Lágrimas invisibles


Ganadora del Premio Internacional del Jurado en la pasada edición de Cannes y elogiada por muchos, especialmente por Steven Spielberg, tuve la oportunidad de visionar la nueva obra de Hirozaku Koreeda hace pocos días.

Poco puedo hablar de la todavía desconocida, para mí, filmografía del realizador en cuestión. Sabía de él, mucha gente encumbra Nadie sabe (2004). Otros sectores recomiendan encarecidamente After Life (1998), y es imposible, intentando estar al tanto en cierta medida del cine asiático contemporáneo, no haber, como mínimo, leído u oído hablar de Still Walking (2008) o Air Doll (2009). De cualquier forma insisto en mi desconocimiento completo de su obra.


Dejando este ligero intento de contextualización de lado, sí puedo destacar lo que tampoco vi durante el visionado de De tal padre, tal hijo. Siendo la procedencia del film un país (o zona) cuyo cine de distribución internacional en las últimas décadas acostumbra a rehuir de los convencionalismos cinematográficos occidentales, sea esto con fines únicamente artísticos (Takeshi Kitano), o adhiriendo una temática social, no ya solo únicamente como denuncia, sino también por la difusión de sus más profundas y desconocidas tradiciones (Naomi Kawase), me sorprendió no ver un solo atisbo de esto en la obra de Koreeda.

Hasta aquí todo bien, huir de los convencionalismos que muestra el cine que rodea al ''país del sol naciente'' en la actualidad no tiene porque suponer un contra (perfectamente podría actuar de forma favorable). El problema que plantea el realizador en De tal padre, tal hijo es que escapa del cine contemporáneo del país para realizar una tosca adaptación oriental de una historia que derrocha occidentalismo en su enfoque. Pero con esto último no nos referimos, ni de lejos, a una audaz mezcla de las formas técnicas que en un pasado tan bien aprovecharían Ozu o Mizoguchi (entre otros tantos) para trasladar a las costumbres japonesas historias que tenían más que ver con el cine norteamericano, no, porque Kooreda no nos transmite una imponente muestra de interés por ''orientalizar'' el drama, sino por conseguir los eficaces y globales efectismos sin recapacitar sobre su condición. Una caracterización de personajes tan dispar como, a la vez insulsa, elemento cómico más que desgastado en cualquier producción internacional que se precie, funciona como claro ejemplo de lo recién mencionado.


Y es que aunque De tal padre, tal hijo no este cubierta por un manto de lágrimas, el excesivo dramatismo en su planteamiento nos aleja de ese cine que ha luchado años por moldear su estilo propio, cultivado durante generaciones por su sociedad en sus más variables y diversas ramas artísticas.

Caso aparte es que la película haya conseguido alzarse con el tercer premio más importante del festival (como película, no como logro personal) y que otras muchas muestras de cine tan convincente como evolucionado (La grande bellezza de Paolo Sorrentino, Nebraska de Alexander Payne, Jeune et Jolie de François Ozon u Only lovers left alive de Jim Jarmusch, y digo esto sin haber podido visionar aún la nueva obra de Jia Zhang Ke ), quedaran sin premiar. El hecho de que un cineasta como Steven Spielberg fuera el presidente del jurado es el principal elemento que nos conduce a esta decisión, ya que el realizador, más que favorable a maniobrar dosis de sensiblería en sus obras, no podría resistirse a una versión algo ''exótica'' de sus mismos principios.


Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara.
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